Capítulo 4. Antes del
amanecer
Albert miró caer
lentamente el cuerpo de Anthony, su sobrino yacía a los pies de la
orgullosa y cruel reina del reino de la Rosa Carmín. Su situación no era
mucho mejor tampoco, los guerreros enemigos seguían apareciendo y tenían
que escapar, pero no podía, no debía dejar el cuerpo del Rey tirado en
tierras enemigas.
Comenzó a caminar por
entre los soldados que aún resistían el fuerte embate de los guerreros de
la Rosa Carmín. La sangre, ahora cubría ese campo hasta hacía tan poco
tiempo verde, era repulsivo pensar que la sangre de los valientes y
arrojados soldados del reino de la Rosa Blanca, estuvieran mezclados con
aquella que provenía de los que protegían a una mujer tan cruel como lo
era su reina.
La reina, después de
haber enterrado su espada en el Rey Anthony, se había dado la vuelta y se
había retirado en su negro corcel dejando a su suerte a todos sus
soldados. El cuerpo inerte de Anthony, seguía en el mismo lugar. Albert
estaba a solo unos pasos de él. Quería apresurarse y llegar antes de que
cualquiera pudiera mancillar el cuerpo. Tan enfocado estaba en su misión
que no se percató cuando un soldado enemigo había lanzado su espada en
contra de él. Lo último que pudo ver antes de desvanecerse fue el
crucifijo que brillaba a un lado de Anthony.
Mientras tanto Candy se sentía desesperada, en el alejado pueblo donde
vivía, la tranquilidad seguía reinando, incluso en ese pueblo en medio de
la frontera entre ambos reinos, no le llegaban las noticias con mucha
frecuencia, poco sabían de lo que sucedía en la guerra, pero de igual
manera poco sabían de lo que ocurría en palacio.
El castillo que estaba en
el pueblo, era uno de los muchos que habitaban parte de la corte real,
pero ese al estar tan alejado del resto apenas y era visitado por su dueño
una vez al mes que era cuando las noticias de otras partes se hacían del
conocimiento público.
Candy se dedicaba a sus
ovejas, era una sencilla pastora, quien poco acercamiento tenía con la
gente del pueblo. Así que esa desesperación que invadía su alma solo podía
ser por ese sentimiento que tenía desde la noche anterior, era un vago y
cruel presentimiento, lo había querido ignorar pero estaba llegando a un
punto máximo. Sin saber que más hacer para calmar el dolor, se echo de
hinojos y comenzó a rogar a Dios.
-
Dios, protégelo, Dios, haz que vuelva pronto, ayúdalo...
La plegaría la levantaba
al cielo que se estaba tiñendo de carmín.
Entretanto a la ciudad
Rosa Blanca, una figura encapuchada, valiéndose de la oscuridad nocturna,
se escurría por la plaza, hasta llegar al punto donde los vigías hacían su
guardia. Quienes se mantenían apostados a ambos lados de la puerta que
daba ingreso a los terrenos del palacio real.
La figura un tanto
menuda, debió percatarse que sería prácticamente imposible pasar por ese
sitio, así que comenzó a bordear la muralla que se extendía alrededor de
los terrenos reales. Pronto encontró un pequeño boquete en la gruesa
pared, en la parte baja donde los terrenos dejaban pasar al río a través
de una gruesa reja de metal. La figura intentó pasar por el boquete,
después de varios minutos consiguió pasar a través de él.
Al otro lado de la
muralla, la vegetación era más espesa, sin embargo en vez de molestarle
eso se alegró, sabía que tenía que llegar al castillo, así que con mucha
cautela siguió su camino. Pronto llegó a un claro donde la luz de la luna
le permitió verificar un pedazo de papel que llevaba consigo.
Entretanto en la casa de
Annie, el joven consejero se miraba intranquilo, pero se preparaba para
salir. Cuando la muchacha lo miró.
-
¿Qué hace? – preguntó un tanto asustada
-
Voy a salir
-
Pero sus heridas apenas se están reponiendo.
-
Ya me siento bien – dijo él con la cara un tanto adusta.
-
Necesita descansar más…
-
No puedo, mientras Eliza no descanse, yo tampoco puedo hacerlo…
necesito ir en busca de ayuda…
-
Yo podría ayudarle…
-
Lo siento, no puedo hacer eso, tengo que hacer esto por mi mismo…
-
Pero… si es cierto lo que nos dijo, no lo dejaran tan siquiera
acercarse al palacio.
-
Nadie dijo que iba a ir al Palacio… ya hay alguien que se ocupará
de las cosas allí, yo tengo que ir a otro lugar…
Annie no quiso hacer más
preguntas, y se limitó a ver como Archie se preparaba para salir. Y miró
en silencio como se alejaba de la humilde casa, siguiendo la dirección del
sol.
El sol comenzó a salir y
la figura encapuchada apenas había logrado llegar a la parte baja del
castillo, encontró un pequeño cobertizo y decidió ocultarse allí, no
podría hacer mucho siendo de día.
No muy retirado de allí
Terry comenzaba a sentirse cada vez más él. Y había momentos en que
parecía salir de un largo sueño y no entendía que hacía aún en el castillo
del reino vecino… Pero esos momentos solían pasar de igual manera y
volvía al trance en que la pócima de Stear lo mantenía desde hacía ya
varias semanas.
Eliza parecía darse
cuenta de ello y temblaba cuando Terry comenzaba a preguntar donde estaba,
pero en cuanto pasaban esos lapsus ella volvía a sonreír con esa sonrisa
maliciosa que era ya tan característica de ella.
Mientras tanto en el
reino de la rosa Carmín, la reina Scarlett se notaba molesta.
-
¿Qué quieren decir que no han encontrado su cuerpo?
-
No su Alteza – le informó uno de sus ayudantes de cámara – hemos
registrado todo el campo de batalla.
-
Eso es inaudito – exclamó enfurecida – yo mismo lo vi caer, yo lo
atravesé con mi espada… tiene que estar allí.
-
Puedo mandar una segunda búsqueda si eso desea – dijo el hombre
-
¿Y desperdiciar más tiempo?
El hombre se encogió de
hombros.
-
Vaya pues, y ordene la segunda búsqueda…
Con el enojo pintado en
la cara, salió de la habitación del trono y se dirigió a las mazmorras.
Donde estaban todos aquellos caballeros de la Rosa Blanca que habían
sobrevivido al brutal ataque de sus soldados.
La falda de tafetán
rozaba con las piedras que conformaban el piso, los tacones resonaban por
todo el lugar, en cuanto se escuchó el ruido los soldados que hacían
guardia levantaron la mirada y se enderezaron para recibir a la feroz
mujer que tenían por reina.
-
Su alteza – dijo uno de ellos haciendo una reverencia tan exagerada
que casi su nariz rozó con el suelo.
-
Muévete – le ordenó de mala manera.
El hombrecillo se hizo a
un lado y dejo pasar a la cruel soberana, ella comenzó a buscar entre las
celdas, miró en una y apretó la mandíbula, después miró en otra y soltó
un bufido de desesperación, hasta que llegó a la tercera y sonrío con
satisfacción.
-
Tú – dijo señalando a uno de los guardias – trae a ese de atrás a
mi habitación…
-
Milady ese hombre esta mal herido…
-
¿Le pregunte su estado? – inquirió enojada
-
No su majestad.
-
Limítese a seguir mis órdenes.
-
Si, su majestad. – dijo el soldado algo avergonzado.
La reina Scarlett, dio
media vuelta y salió del sucio lugar para dirigirse a sus habitaciones.
Mientras en el pequeño
pueblo donde estaba viviendo Neal, el muchacho comía de algo que le había
llevado Candy.
-
Te ves distraída – le dijo el muchacho.
-
Lo siento, pase muy mala noche.
-
¿Puedo preguntar a que se debe?
-
Tengo un mal presentimiento…
-
¡Vamos! ¿Qué cosa podría ser peor que tener a Eliza como reina?
Candy miró al muchacho y
miró el encono con que había dicho esas palabras.
-
Para mi si las hay – señaló la muchacha
-
A ver dime cuales – le exigió Neal de forma grosera.
Candy no se inmutó, Neal
solía hablar de esa manera, pero ella le tenía mucha paciencia y en vez de
enojarse trató de sonreír, aunque en su corazón una pesada sospecha le
hacía desaparecer su habitual optimismo...
-
Creo… - dijo ella dubitativamente – que…
Pero Candy no alcanzó a
decir la frase porque Annie los interrumpió.
-
Candy, se fue – dijo llorando la muchacha – y no dijo a donde iba…
-
¿Quién se fue? - preguntó Candy tratando de calmar a la chica
-
Archie…
Neal quien al llegar
Annie había vuelto a mirar hacía el horizonte giró rápidamente su cabeza
hacía donde estaban las chicas para no perder detalle alguno de lo que
decían.
-
Pero todavía no estaba completamente reestablecido... ¿cómo ha
podido irse?
-
Yo se lo dije, pero no me quiso escuchar…
Candy bajó la cabeza y
después volvió a mirar a Annie.
-
Annie, no tienes de que preocuparte, él es un hombre ya, y debe de
saber cuidarse, no te alteres tanto… ya regresara…
-
No parecía eso… más bien parecía que iba a cumplir una sentencia de
muerte…
-
No exageres – dijo la muchacha rubia
-
Me pregunto – observó Annie – si tendrá algo que ver con la
muchacha que vio ayer…
-
¿Qué muchacha?
-
Yo lo vi, hablaba con ella un poco más allá del arroyo… estaba
recostado en la sombra, ya sabes después de mucho rogarme que le ayudara a
salir, le ayude a acomodarse allí… y pues allí lo vi cuando le llevaba la
comida…
-
¿Y como era ella?
-
Muy hermosa – mencionó Annie algo apesadumbrada – pero no quise
acercarme, hablaban de algo, algo referente al Palacio… y yo por eso pensé
que iba a ir al Palacio, pero me dijo que no.
-
Pues entonces solo nos queda rezar por él…
Annie asintió con la
cabeza, y miró hacía el lugar a donde había partido Archie.
Mientras tanto
en la habitación de la reina Scarlett, un hombre mal herido y muy débil
estaba hincado delante de ella.
-
Habla ya… - decía la reina con una voz fría
-
Ya… le… he dicho – repetía el hombre entrecortadamente…
-
¿Es que quieres que te someta a tortura?
-
Yo… no… se – mencionó.
-
Se que eres el consejero del rey… Albert ¿no es así?
El hombre solo asintió
débilmente con la cabeza
-
¿Dónde esta el cuerpo del rey? ¡Dime ya!
-
No… lo… se – repitió.
-
Claro que lo sabe… lo mando a esconder ¿verdad?
-
No… yo…
-
No salga de nuevo con lo mismo – interrumpió la mujer- yo no le
creo que solo lo vio caer antes de que lo hirieran… de ser así su cuerpo
estaría allí… y no esta… así que dime la verdad.
Albert bajó la cabeza y
sintió que las fuerzas se le iban, finalmente cayó desmayado ante el dolor
que le provocaba la herida en su costado.
La noche cayó en el
imperio de las Rosas y en el reino de la Rosa Blanca, del cobertizo la
figura encapuchada había vuelto a salir, caminó por los alrededores del
castillo, hasta que encontró una entrada oculta, accionó un mecanismo que
abría una puerta que llevaba a unas escaleras oscuras. La figura entró
sigilosa y comenzó a subir las escaleras. Estando ya dentro pudo encender
una vela para poder ver de vez en vez el papel que llevaba consigo, tomó
varias veces las escaleras de la izquierda, y en alguna ocasión la de la
derecha, pronto llegó a un punto donde no podía seguir más porque una
gruesa pared topaba con la escalera.
Volvió a encender la vela
y miró la pared y entonces apretó una piedra y la pared se abrió como si
fuera una puerta. La figura entró y miró. Solo una sonrisa pudo verse en
medio de la oscuridad.
El lugar a donde había
llegado era una de las habitaciones del castillo, pero no una cualquiera
sino la perteneciente al monarca, en ese momento sola ya que Eliza ocupaba
su habitación habitual. Estando allí dentro se quitó la capucha y una
larga cabellera cayó por su espalda, entonces tomó el pequeño saco que
llevaba y de allí sacó varias prendas con las que se cambio.
Necesitaba salir de allí
y llegar primero a uno de los cuartos contiguos, pero lo más difícil era
llegar sin que nadie le viera. Abrió la puerta con cuidado y por la
rendija vio que no había nadie en el pasillo, salió rápidamente y después
entró a otra habitación.
-
¿Quién eres? – preguntó enojado Tom uno de los hombres más leales
del Rey Anthony.
-
Presento mis respetos – dijo la persona – mi nombre es Susana, soy
del reino vecino…
-
¿Qué hace aquí? No puede entrar a esta parte del castillo.
-
Vengo con ayuda del consejero Archibald.
-
¿De Archie?
-
Si, lo encontré al cruzar la frontera, gracias a sus indicaciones
pude llegar hasta aquí.
-
¿El esta bien?
-
Tan bien como se podría estar – dijo la muchacha – estuvo encerrado
durante semanas bajo el yugo de su prima… logró escapar, ni él mismo sabe
como lo consiguió… estuvo vagando y llegó a la frontera del reino… lo
estaban cuidando unas aldeanas.
-
Eso quiere decir… Stear tiene que saber esto… ¿No vino contigo?
La muchacha negó con la
cabeza.
-
El creía que tenía que llegar hasta donde estuviera el Rey Anthony…
dijo que solo con su regreso podría terminar con esta pesadilla.
-
Busco a Stear… su hermano…
-
El no esta – le informó Tom – Eliza lo mandó fuera a conseguir unas
hierbas
-
¿Por qué?
-
Eliza ha estado envenenando al Príncipe Terry con una poción de
amor, que obligó a Stear a prepararle… hace unos días se le acabaron los
ingredientes y fue mandado a buscarlos
-
¿Y como lo sabe? ¿cómo esta tan seguro? – preguntó la muchacha con
desesperación.
-
Yo he estado aquí viendo como Eliza se ha estado apropiando de
todo… estuve a punto de abandonar mi puesto aquí para buscar al Rey
Anthony, ya que como Archibald pienso que solo él podrá acabar con todo lo
que sucede…
-
¿Y porque no ha ido en su búsqueda?
-
Stear me lo ha prohibido, sabe que si yo me voy el palacio estará a
merced de esa mujer y es lo último que queremos que suceda… estoy
esperando su regreso. Mañana se vence su plazo si no llega matarán a la
Lady O’Brian, la prometida de Stear.
La muchacha comenzó a
sentir el miedo que tanto tenía y suspiró con desesperación
-
¿Y tú? ¿Por qué te has tomado tantas molestias?
-
Yo he venido por el Príncipe Terry…
-
Pero… él se ha casado con Eliza…
-
Eso, ha sido todo tan raro, su padre se podrá haber quedado
satisfecho con esa noticia, pero yo no… y tu me has confirmado lo que
tanto temía.
-
He de preguntarle. ¿Por qué no lo ha creído?
-
Porque él y yo estábamos comprometidos… desde que éramos niños
nuestros padres hicieron la promesa…
-
Pero…
-
Si, yo se que ya se ha casado, pero él Terry que yo sabía que no
actuaría de esa manera…
-
Disculpa que insista, pero ¿Qué le hizo pensar eso?
-
Terry no me amaba, él había aceptado el compromiso cuando se hizo
mayor solo para darle gusto a sus padres, yo, en un principio me había
entristecido cuando me lo había dicho… y quizá habría cometido alguna
locura por él… pero entonces pensé que era mejor así, porque entonces yo
podría hacer que se enamorara de mi y no sería un matrimonio arreglado
sino uno por amor.
Tom sonrió con
amabilidad, pero pensó que Terry a quien conocía ya desde hacía algunos
años, aunque solo lo miraba esporádicamente no amaría nunca a la chica que
tenía delante de él. Nunca la había mencionado, y eso era una muestra de
lo poco que le importaba. Sin embargo guardó silencio y dejó que la pobre
muchacha pensara de esa manera. Después de todo, ella era mejor que Eliza…
-
Pues no le va a resultar fácil, Eliza lo tiene bien protegido… y
lamentablemente no puedo externar mi posición todavía, tengo que esperar
el regreso de Stear… así que si pretende entrar por la fuerza, no podré
serle de mucha ayuda.
-
Soy muy buena con la espada
-
Igual que el centenar de guardias que hay en el reino – señaló Tom
-
Tengo que hacer algo, no voy a dejar que siga aquí cautivo…
Tom la miró y pensó que
si salía de allí sería igual de cautivo a una promesa que no le llevaría a
nada. Sin embargo la chica pareció adivinar sus pensamientos.
-
No me importa que saliendo de aquí se vaya con alguien más… pero al
menos que yo sepa que se va con alguien que lo ama es mejor que esto
Entretanto Stear, en
medio de mil dificultades había podido conseguir los ingredientes que
necesitaba, los druidas no habían detectado su presencia, y eso había sido
una gran ventaja, salir de esa zona no resultaría sencillo, pero al menos
ya tenía en su poder aquello que tanto necesitaba para salvar a su
prometida.
La noche, que servía como
el perfecto disfraz, también era el momento más peligroso porque los
druidas solían llevar la vida nocturna y estaban acostumbrados a salir en
ese momento… pero no podía esperar más, porque si no salía en ese momento
no alcanzaría a regresar a tiempo.
Caminó con cuidado de no
hacer ruido, no quería que lo descubrieran, con el corazón palpitando
aprisa pudo distinguirlos mientras se reunían alrededor de una fogata.
Stear sintió que las fuerzas se le iban, podrían descubrirlo, se ocultó
detrás de un grueso árbol, contuvo la respiración… ¿acaso iban a notar su
presencia? Tenía que salir de allí. Tenía que arriesgarse, la vida de
Patty estaba en juego.
Con mucho cuidado salió
de su escondite y comenzó a caminar con extremo cuidado de no pisar algo
que pudiera causar ruido, faltaban pocos metros para llegar al río,
llegando allí estaría a salvo, la luna iluminaba débilmente la barquilla
que lo había llevado allí.
Respiró profundo y avanzó
un paso, pero entonces piso una rama, el ruido se alcanzó a escuchar hasta
donde estaba la fogata… Stear comenzó una carrera ya no importándole el
ruido, estaba a punto de alcanzar la barquilla pero sentía que alguien se
le acercaba… y solo pensó que todo estaba perdido.
Susana había escuchado
las recomendaciones de Tom. Pero no podía quedarse de brazos cruzados, un
poco más noche cruzo los pasillos hasta el bien custodiado cuarto donde
eran los aposentos de Eliza y Terry. Estaba por luchar contra los
soldados que vigilaban la puerta cuando Eliza salió hecha una furia de
allí.
-
Milady – gritó uno de ellos.
La muchacha tenía que
aprovechar, era la única oportunidad que tendría para entrar sin pelar con
los guardias que se habían ido detrás de Eliza. Corrió rápidamente hasta
que entró a la habitación. Cuando entro pudo ver que había ocurrido allí
una especie de pelea campal había pedazos de porcelana por el piso y todo
estaba fuera de su lugar. Por un momento pensó que había entrado a la
habitación equivocada, porque no veía al Príncipe.
De repente del fondo de
la habitación sonó una voz
-
No te dije que te largaras
-
¿Terruce? – preguntó con miedo la muchacha
La cara de Terry apareció
detrás del dosel de la cama, el muchacho había estado parado junto a la
venta oculto detrás de las cortinas que caían de forma desigual.
-
¿Qué haces aquí? – preguntó extrañado
-
Tenemos que irnos…
-
No entiendo que sucede – dijo el muchacho - ¿Qué estoy haciendo
aquí todavía? Esa horrible mujer me dijo que yo era su esposo…
Susana contuvo la
respiración unos momentos. Y miró al muchacho con tristeza.
-
Es verdad lo que ella te dijo
-
No puede ser – espetó él – yo jamás me casaría con ella
-
Hay muchas cosas por explicar pero no tenemos tiempo… hay que salir
de aquí…
-
Hay guardias en la puerta…
-
No en este momento… - le indicó la muchacha
-
No se…
-
Vamos alteza, tiene que hacerlo… no hay otra forma…
Terry miró a la muchacha
a la que tantas veces había despreciado ¿Qué le había hecho llegar hasta
allí en ese momento? ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Por qué peligros no
había pasado? Realmente en toda su vida no había recibido tal muestra de
cariño. Hubiera querido poder corresponderle igual pero en ese momento lo
único en que pensaba era en salir de allí.
Susana abrió la puerta
con cuidado y respiró aliviada cuando se percató que los guardias aún no
volvían a su puesto… tomó a Terry de la mano y comenzó a correr por los
pasillos volteando de vez en cuando para ver si no los habían visto.
Entraron a la habitación por donde había entrado. Llegando allí le dio su
capucha a Terry y le dio el pedazo de papel que había llevado con ella.
-
¿Qué es esto?
-
Es un mapa del castillo y sus alrededores, nos servirá mucho…
-
¿Por qué me lo das?
-
Porque yo ya se por donde salir, pero es por si algo sale mal…
-
Susana – dijo seriamente el muchacho al tiempo que la tomaba por
los hombros - ¿Por qué estas haciendo todo esto?
-
Creí que ya lo sabías… tu padre ha estado preocupado, pero tus
mensajes habían sido tajantes, te quedarías aquí… pero yo no podía
aceptarlo…
El muchacho sonrío con un
dejo de melancolía, “Quisiera poder amarla aunque fuera un poco” pensó. La
muchacha bajó la mirada, no le gustaba que la mirara de esa forma, era una
mirada llena de pena, de pena por no poder sentir lo mismo, pena por no
poder aceptar sus sacrificios de la manera en como lo haría con una
persona de la que estuviera enamorado. Antes de salir Susana se aproximó a
Terry y lo besó dejando al muchacho un tanto sorprendido
-
Vamos – le dijo ella como si no hubiera hecho nada, aunque sus
mejillas estaban encendidas.
Buscó el mecanismo de la
puerta, la accionó y salieron por allí.
Mientras tanto en las
mazmorras del Castillo Eliza se ensañaba contra Patty.
-
¿Dónde esta la piltrafa de mago que tienes como prometido?
-
No lo se – contestó la muchacha temblando
-
Quedo de estar aquí en 5 días… en la mañana se cumplen… ¿sabes lo
que te voy a hacer si no llega?
Patty negó nerviosamente
con la cabeza, aunque sabía perfectamente que le esperaba.
-
Golpéenla un poco – dijo con encono – para que le sirva de lección
Salió muy enojada de la
mazmorra mientras escuchaba como los soldados soltaban latigazos. Ella
fingió que no escuchaba nada y subió las escaleras, cuando llegó al
rellano miró a los guardias que la esperaban en la parte más alta de las
escaleras.
-
¿Qué hacen allí? – espetó enojada
-
Creímos que nos necesitaría…
-
¿Dejaron sin guardia la habitación? – preguntó abriendo los ojos
desmesuradamente
-
Son unos estúpidos – gritó al tiempo que subía apresuradamente las
escaleras…
Corrió por los pasillos
hasta llegar a la habitación
-
Nooooooooo – gritó al darse cuenta que Terry ya no estaba en la
habitación.
Salió de allí y tocó la
campana de la guardia real. Tom apareció ante los ojos de Eliza. Y junto
con él una docena de caballeros armados
-
Quiero que busquen a mi esposo de inmediato, no lo dejen salir de
los terrenos reales… Ahora mismo… no pierdan el tiempo
Todos salieron corriendo
menos Tom.
-
¿Por qué es la urgencia milady?
-
Tú lo sabes mejor que nadie, mi primo debe de habértelo dicho… los
efectos se acabaron hoy, el tiempo terminó y él va a sufrir las
consecuencias de esto…
-
No se de que habla milady – observó Tom fingiendo.
Eliza apretó las
mandíbulas.
-
Vete de aquí, ve y encárgate de que se cumplan mis ordenes.
-
Si su majestad – dijo al tiempo que daba una reverencia.
Eliza regresó a su
habitación y tembló de coraje, hacía solo unos días todo estaba perfecto y
ahora todo parecía estar volviéndose en su contra, pero no iba a ser fácil
que le quitarán lo que tanto trabajo le había costado conseguir. Terry
seguiría siendo de ella al igual que el reino…
Terry y Susana acababan
de salir del castillo cuando escucharon la campana…
-
Ha llamado a la guardia real – exclamó el muchacho…
-
Ven por aquí – dijo Susana al tiempo que corría entre los árboles.
Sin embargo estaban
bastante lejos de la salida y Susana no estaba segura de que alcanzarían a
salir con bien de allí. Cada tres paso giraba su cabeza, a la quinta vez
que volteo alcanzó a ver a miembros de la guardia real… pronto les darían
alcance…
Cuando giró por séptima
vez no miró donde pisaba y cayó al suelo, Terry se percató e hizo amago de
regresar…
-
Vete… corre…
Los guardias estaban
cerca… Susana se levantó y Terry siguió corriendo… llegaron a la parte del
río donde podrían salir…
-
Pasa tu primero dijo Terry
-
Ve tu – dijo Susana al tiempo que lo empujaba hacía la salida –
vamos no discutas no hay tiempo…
Terry alcanzó a ver a los
guardias y se metió al agua para poder acceder a la salida… Susana siguió
los pasos de Terry, pero entonces lanzó un grito.
-
Susana…
-
Sigue – dijo ella mientras un rictus de dolor se marcaba en su
cara.
Terry no miró nada raro,
los dos salieron, y Susana lo seguía aunque se le veía más pálida de lo
normal…
-
Allí, entra a la cueva – dijo ella entrecortadamente
Los dos entraron, lo
habían conseguido, habían salido de la enorme fortaleza. Terry se aproximó
a Susana y la besó en las mejillas.
-
Eres una chica muy valiente…
Susana sonrió antes de
desvanecerse. Terry la sostuvo en sus brazos, tenía una flecha clavada por
la espalda, parecía que había tocado su corazón. Terry trató de
reanimarla, pero Susana no volvió a abrir sus ojos azules
Entre tanto en otra cueva
muy lejos de allí, el Rey Anthony abría los ojos.
-
Ya era hora – dijo una hermosa mujer que estaba al pie de la cama.
-
¿Dónde estoy? – preguntó
-
No te preocupes… estas en manos amigas – dijo al tiempo que sonreía
con amabilidad.
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