11. Año Nuevo
en Alta mar.
El día
de Navidad pasó muy rápido, entre los amigos de la familia estaban
los Britter y obviamente los Leegan, sin embargo, Elisa se había
quedado sentada toda la tarde haciendo gala de su mal humor. En
cambio Annie había bailado y se había divertido con Archie, lo
mismo que Candy con Anthony, aunque había cedido algunas piezas
para Stear. La fiesta había estado tan divertida que como suele
suceder en esos casos, todos los que se la estaban pasando bien,
creyeron que el tiempo había volado. Para Elisa, todo había sido
un sufrimiento.
Al día
siguiente, los Andley partieron para Inglaterra, tenían que ir a
reunirse con Albert, quien ya estaba allí y esperaba por ellos.
Candy estaba muy emocionada, pasar unos días en Londres era algo
que deseaba, recordaba esa ciudad con mucha nostalgia y le
gustaría mucho verla. Pronto tuvieron todo listo para embarcarse
hacía Inglaterra, el bullicio que provocaban los muchachos era
demasiado, la tía Elroy estaba a punto de ansiar el periodo de
clases. Cada quien tenía una cabina dentro del barco pero estaban
comunicadas entre si, así que la algarabía continuó una vez que el
barco comenzó su rumbo
Los
juegos dentro de las cabinas no se veían interrumpidos por nada
desde juegos de ajedrez hasta un partido de críquet improvisado
ese viaje era simplemente muy divertido, Candy y los chicos apenas
si salían para comer, habían pasado unos días en cubierta hasta
que Archie había agarrado un catarro por lo que ahora se la
pasaban encerrados pero eso si la diversión no se veía disminuida
y por otra parte la tía Abuela prefería verlos en el cuarto de
reunión de las cabinas a que anduvieran gritando por toda la
cubierta.
La tía
Elroy lucía con orgullo el camafeo que le había dado Candy, le
gustaba mucho y no se lo había quitado desde el día de Navidad
cosa que alegraba a Candy, sabía que paso a paso acabaría por
gustarle a la tía Abuela, mientras tanto dejaría que el tiempo
transcurriera.
Los
días pasaron muy rápido, faltaban tres días para llegar a Londres,
sin embargo ese día era la noche vieja, y entraría el año nuevo,
tan divertida había estado Candy que no se le había ocurrido que
ese fue el día que ella había conocido a Terry. Pero cuando Stear
le mencionó la fiesta de la noche y le mostró el vestido que
Albert le había mandado para ese día lo recordó vividamente, era
el mismo vestido, sintió una opresión en el pecho, sabía que había
cosas que no podía cambiar fácilmente, todo lo que había hecho
para no verlo no habían servido de nada, ahora estaba embarcada en
el Mauritana e iba camino a Inglaterra lo mismo que había sucedido
la primera vez.
-
Candy ¿te sientes bien? – le preguntó Anthony al ver lo pálida que
se había puesto.
-
Sí – se apresuró a decir Candy, no quería que se dieran cuenta de
su nerviosismo.
-
¿No te ha gustado el vestido? – preguntó Archie – Es muy hermoso y
te aseguro que se verá lindo en ti.
-
No Archie, no es el vestido, el vestido es muy lindo, es sólo que
me gustaría descansar algo antes de la fiesta. – dijo Candy quien
quería meditar sobre lo que significaba estar en el mismo barco
que Terry.
-
Creo que es muy prudente – la secundó Stear – creo que todos
deberíamos dormir un poco para estar despiertos toda la noche.
Como si la
palabra de Stear hubiera sido una ley, todos se retiraron a
descansar a sus cabinas, todos menos Candy quien al llegar a su
Cabina no pudo dormir o descansar, su cabeza le daba vueltas, ella
lo había olvidado, pero Terry seguramente había estado allí todos
esos días, si hubiera salido más de su cabina seguramente se
habría encontrado con él. No podía negarlo seguía sintiendo algo
por él, después de todo lo que habían sentido el uno por el otro
había sido algo muy fuerte pero no quería volver a pasar por ello.
Ella lo había querido mucho, pero era evidente que el destino les
había dado la prueba de que no eran el uno para el otro, les había
puesto demasiados obstáculos y después de mucho sufrimiento habían
terminado por caminos diferentes.
A pesar de que
había jurado no volver a llorar por él, unas lágrimas recorrían
sus mejillas, todo había sido demasiado doloroso, ahora ninguno de
los dos volvería a sufrir. Entonces pensó que se convertiría en un
gran actor y que sería grandioso.
Pensaba en eso
cuando un sentimiento rebelde acuso a su mente, Terry se había
convertido en actor en parte por ella, porque ella le había
ayudado a superar los problemas que tenía con su madre, entonces
pensó en Eleanor Baker, madre de Terry y lo mucho que sufría por
tener que ocultar que Terry era su hijo, también recordó que Terry
no se llevaba bien con su padre y que si volvía al colegio sería
para que él solo estuviera triste y enojado con la vida que le
había tocado vivir.
-
No – exclamó Candy En medio de lágrimas, se llevó las manos a la
cabeza.
Ella no lo
había visto de esa manera inicialmente, ella había tocado muchas
vidas mientras había estado en el colegio y ahora ella había
cambiado eso, había huido de revivir el dolor, se había portado de
manera egoísta tenía que hacer algo para remediar en lo que
pudiera las cosas.
Se aproximó al
pequeño escritorio que había dentro de la cabina, tomó papel y
comenzó a escribir una larga carta, duro bastante escribiéndola,
mientras lo hacía derramó otras lágrimas, pero cuando acabó de
hacerlo sonrió para si. Entonces se arregló para la fiesta.
Cuando Anthony
llegó a buscarla se dio cuenta de que la cara de Candy estaba
diferente, no sabía exactamente que pasaba pero sabía que algo
ocurría, la vio caminar vacilante hasta la fiesta.
-
Candy ¿te ocurre algo? – le preguntó al oído Anthony.
-
Anthony – dijo con un leve estremecimiento – Estoy mejor que
nunca.
-
Te ves pálida – le dijo él con un dejo de preocupación.
-
Anthony, lo único que puede preocuparme en este momento, es el
hecho de perderte.
-
Candy, nunca, óyelo bien, nunca me apartare de tu lado – le dijo
el con una sonrisa.
Entraron al
salón de banquetes, el barco estaba tal y como lo recordaba Candy,
los festones acomodados desde la lámpara del medio del salón, la
mesa de refrigerios al final del salón, y la orquesta tocando,
todos felices esperando un año nuevo más, las luces artificiales
estaban preparadas para dar la bienvenida a otro año.
La música
comenzó a sonar, Candy estaba pendiente del reloj, a cada segundo
miraba el gran reloj que estaba colocado cerca de una de las
chimeneas de la misma manera revisaba su bolso donde había metido
la larga carta que había escrito por la tarde, los tres muchachos
Andley bailaron con Candy, sin embargo el único que notaba que
algo extraño pasaba era Anthony.
Los compases
pararon cerca de la medianoche, el capitán del barco anunció la
llegada del año nuevo ante los aplausos y los brindis de todos
Anthony besó la mejilla de Candy, la tía Abuela había besado a los
chicos igual que a Candy, en medio de la confusión Candy sabía que
era su última oportunidad Terry no estaría parado por siempre en
el pasillo, iba a tomar su chal, entonces pensó mejor las cosas y
lo dejó sobre la silla, empezó a caminar para salir por el
pasillo, Anthony la vio y se adelantó para seguirla, Candy intuía
que eso pasaría.
-
Anthony, afuera hará frío, ¿me puedes traer mi chal? – a Anthony
le extrañó un poco, Candy nunca lo mandaba por nada, además él con
gusto le hubiera ofrecido su chaqueta, pero miró hacía donde
estaba el chal y vio que tendría que atravesar todo el salón y que
quizá la tía Abuela lo iba a detener.
-
Voy por ella – contestó Anthony no muy convencido.
No dejaba de
sentir que algo no estaba bien, Candy lo siguió con los ojos
cuando estuvo algo retirado salió del salón, sabía que no tenía
más de cinco minutos. Sintió el frió que le pegaba en el rostro, y
por un segundo lamentó no haber ideado algo mejor para apartar a
Anthony, sin embargo caminó con cautela, en medio de la niebla lo
vio, estaba allí parado igual que había estado esa primera vez que
lo había visto, su cara triste y unas lágrimas que resbalaban por
sus mejillas, con sigilo se acercó.
-
¿Quién esta allí? – dijo Terry con su varonil voz.
Candy se quedó
petrificada unos momentos, pensó que nunca volvería a oírlo
hablar, respiró profundamente, se armó de valor, era ahora o
nunca.
-
Ella te ama muchísimo – dijo Candy.
Terry volteó
la cabeza en medio de la niebla hacía el lugar donde estaba Candy,
ella no hizo amago de acercarse a él. Se quedó parada mirando la
silueta de Terry, de alguien tan querido para ella, tenía que
actuar pronto si no quería que sufriera más.
-
¿Qué has dicho? – preguntó Terry un poco enojado.
-
De tu madre – dijo Candy con un poco de temor – Ella te ama mucho.
-
¿Quién eres tú? ¿Te ha mandado ella? – preguntó Terry cayendo en
la desesperación.
-
Sólo soy una amiga – dijo con la voz un poco quebrada – a quien no
le gustaría verte sufrir, alguien quien puede decirte que no tener
padres es muy triste, que tú que si los tienes sepas agradecer al
cielo por ellos.
-
Yo no tengo madre – dijo enojado.
-
Si la tienes – espetó Candy – no sabes lo que dices, tenerla a
ella como madre es una bendición, no la comprendes y por eso te
sientes herido. Ella no te quiso recibir no porque no te quiera…
sino porque ella pensó que era lo mejor para ti.
-
Estas mal, ella no… me quiere – dijo con la voz quebrada.
-
Ella te ama más que a su propia vida, ha renunciado a ti, para que
tu pudieras tener la vida que ella no habría podido darte.
La mirada de
Terry era fría y dura, estaba tocando un tema muy doloroso para él
con una perfecta extraña, y sin embargo tenía tantas ganas de
gritar el dolor que sentía en su alma, que ya no le importaba
más.
-
Pues lástima no sabe la vida que me ha dado – dijo riéndose con
amargura.
-
Pero eso no es culpa de ella – aseveró Candy – Tu padre te quiere
pero no sabe como demostrar su cariño, él piensa que lo único que
tú quieres es el cariño de tu madre.
-
A él yo no le importo. – mencionó Terry.
-
Claro que le importas Terry – espetó Candy.
Terry se quedó
sorprendido de que le hubiera hablado por su nombre, y Candy
sintió un poco de angustia, tenía mucho tiempo que no decía su
nombre en voz alta, un escalofrío recorrió su cuerpo.
-
¿quién eres tú? ¿cómo sabes mi nombre? – dijo Terry receloso
-
Ya te lo he dicho – dijo nerviosa Candy – sÓlo soy una amiga.
-
Dime cual es tu nombre – dijo Terry mientras se acercaba a donde
estaba Candy.
El tiempo se
había acabado, ella no podía quedarse allí parada por más tiempo,
sabía que no podría darle una respuesta que satisficiera a Terry,
sacó la carta que tenía en el bolso, la colocó en el piso, y
corrió cerca de la puerta, donde se extrañó porque Anthony no
estaba allí, así que corriendo entró al salón.
Terry se quedó
en medio de la niebla buscando a quien le había dicho que su madre
si lo quería, la niebla se había vuelto más espesa, no pudo ver
nada más, entonces con el pie pateo la carta, Terry se agachó y
vio el sobre, el sobre tenía su nombre. Terry se quedó con la idea
de que había sido una especie de aparición. Tomó la carta y entró
a su habitación abrió el sobre y lo primero que vio caer fue una
armónica.
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