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FIc Luces 09



9. El baile de invierno.
       
        El beso que Anthony y Candy se habían dado en medio del jardín congelado, era un secreto de los dos, ni Archie con su perspicacia, ni Stear con sus preguntas pudieron obtener nada de Anthony, sin embargo Candy parecía que volaba, cada vez que recordaba el beso se sonrojaba sin aparente razón, Anthony la vio un par de veces y sonreía y aunque trataba de no sonrojarse y guardar la calma para que la tía Elroy no los descubriera los intentos en su mayoría resultaban fallidos y ya fuera uno o el otro tenía que abandonar la habitación.  
        El domingo por la noche Candy se percató que faltaban dos semanas para las vacaciones de Navidad, y el lunes temprano Albert partiría a Londres, entonces Candy recordó, que el Hogar de Ponny estaba en peligro, que el Señor Carter iba a tratar de derribarlo, así que le pidió a Albert que antes de que se fuera hiciera algo por el hogar de Ponny. Albert le prometió hacerse cargo del asunto antes de que subieran en el tren de regreso.  
        Candy y Anthony se sentaron juntos, durante todo el camino, él le tocaba la mano y jugaba con su cabello, era evidente que algo había pasado entre ellos, pero ni Archie ni Stear comentaron nada durante el viaje, Elisa y Neal no le quitaban los ojos a la joven pareja. Elisa miraba con un odio profundo a Candy, diferente a lo que hacía Neal que a quien miraba de esa manera era a Anthony. 
        Cuando llegaron al colegio, Candy se enteró de que Annie había llegado el sábado junto con su pertenencias y que ocupaba el cuarto contiguo, sin embargo sabía de antemano que su reacción sería la misma que en el colegio San Pablo, respiró profundamente y decidió esperar. Sin embargo el recuerdo de su primer beso con Anthony todavía la hacía flotar de Alegría, había sido tan dulce, había sido tan mágico, y el hecho de que ahora los dos guardaran un secreto sin ni siquiera haberlo acordado, era excitante y novedoso para ella.  
        El lunes siguiente, además de presentar a Annie como compañera nueva, les dieron el aviso del baile anual de Invierno, ese y el último baile en verano eran las dos únicas ocasiones en que el colegio de hombres y de mujeres se mezclaba, de hecho la fiesta se llevaba a cabo por tradición en el comedor del colegio de los hombres, las risas y los grititos de las chicas no se dejaron esperar. Y Candy se sintió igualmente emocionada, esa noche bailaría con Anthony hasta que se cansaran. La fiesta sería el último día antes de salir de vacaciones, y durante las dos semanas siguientes fue el único tema de conversación.  
        Pero no sólo el suyo, cuando Candy se vio con los chicos ese lunes por la tarde, ellos también le dijeron lo emocionados que estaban los chicos, los campos se habían cubierto de nieve, sin embargo, la equitación seguía formando parte de la actividad, pero el críquet se había suspendido por el mal clima, sólo el tiro con Arco seguía habilitado a pesar de las quejas de algunas alumnas. Ahora sólo se veían dos veces a la semana, pero duraban un poco más de cinco minutos, a nadie le importaba porque todos estaban preocupados por mantener el calor en sus cuerpos. Así que Anthony y Candy se escribían cartas larguísimas y hacían planes para Navidad, la cual pasarían en Chicago. 
        Candy además había recibido la carta de la señorita Ponny donde elogiaba mucho Albert por haber salvado el Hogar, Albert había hablado con el Sr. Carter y le había ofrecido una cuantiosa suma de dinero para que le vendieran el Hogar, El Sr. Carter al ver la cantidad se extraño que una persona de dinero le interesara ese “pedazo de tierra” como lo llamaba así que el mismo señor Carter había ido a visitar el Hogar de Ponny y había visto el gran número de niños que allí vivían, su buen corazón no pudo aceptar el dinero de Albert, y el mismo ordenó que nadie tocara el Hogar de Ponny, Albert se había sentido un poco inútil y había donado todo el dinero que le pensaba dar al Sr. Carter al Hogar de Ponny para que hicieran mejoras. La señorita Ponny no había mencionado la cantidad pero le había dicho a Candy que era mucho más de lo que recibían de los patrocinadores en cinco años. Candy se sintió muy aliviada de que Albert hubiera solucionado el problema. 
        Pronto llegó el día del baile, Annie había continuado evadiendo a Candy, no le hablaba y se había unido al grupito de Elisa que hacía todo lo posible por desprestigiarla, Candy soportaba todo, porque se sentía mucho más fuerte que la última vez y por había aplicado la táctica de ignorarlas en vez de responderles, sentía que sus palabras no merecían ser respondidas. 
        Esa noche cuando las monjas acompañaron a las chicas hasta el comedor de los chicos todo era excitación, unas reían de los nervios, y otras estaban sonrojadísimas, pero en general era un grupo lindo, todas se habían puesto sus mejores vestidos para la fiesta, había unas como Candy que habían quedado citadas con alguien de antemano, pero la mayoría no conocía a los chicos y esperaban encontrarse con su príncipe azul.  
        Desde que entraron al comedor pudieron percatarse porque se hacían allí las fiestas era cinco veces más grande que el de ellas, y por lo visto también había cinco veces más chicos que chicas, esto abrumó a muchas estudiantes que hicieron amago de salir corriendo, pero iban vigiladas por las monjas, y nadie podría regresar a sus dormitorios hasta que la fiesta hubiera terminado. Candy miraba de reojo a los chicos conforme ellas eran trasladadas a las banquillas que se habían acomodado al lado de las ventanas para que todas se sentaran, los muchachos estaban dispersos por todo el salón, con los ojos buscaba a Anthony, pero lo único que veía era el traje de gala del colegio, los hombres estaban uniformados, en su traje color negro con corbatín, y saco con el emblema de la escuela, pero los chicos lo que no mostraban en sus vestiduras lo mostraban sonriendo pícaramente, o aventándose el pelo para atrás, los había altos, y bajitos, de todas complexiones, sin embargo era algo tácito, todos allí eran de buena cuna, era esa sensación de que aunque bien pudiera haber un chico pobre vestido de la misma manera pero no se vería con esa altivez oculta que tenían muchos chicos, con esos ojos que no asomaba sorpresa, eran todos hijos de ricos. 
Candy buscaba desesperada con los ojos, por más que alzaba el cuello no veía a Anthony, de hecho no podía distinguir tampoco a Stear y a Archie. Se sentó junto con las demás chicas, la orquesta comenzó a tocar un vals. Y los chicos empezaron a arremolinarse para ir hacia donde estaban las chicas, un muchacho alto de ojos verdes se había acercado a Candy, ella había abierto los ojos, no sabía que hacer, entonces dio gracias a Dios, porque Anthony llegó justo detrás de él, cortésmente le tocó el hombro y le dijo que Candy era su pareja, el muchacho miró contrariado a Candy, pero ella asintió con la cabeza, el azorado muchacho se sintió mal, quiso ir con otra chica pero ya todas las chicas tenían dos o tres muchachos alrededor de ellas.  
Candy no era la excepción, Anthony, Stear y Archie la escoltaban y le sorprendió a Candy saber que habían acorralado a Anthony para que no la acaparará toda la noche, Anthony un poco avergonzado había admitido que esa noche todos bailarían por igual con Candy, Candy se sintió un poco decepcionada, ya que ella pensaba bailar toda la noche con Anthony, pero sonrió alegre de saber lo mucho que la estimaban Stear y Archie, así pues empezaron a bailar uno, después el otro y luego el otro, así los tres muchachos hacían piruetas por todo el salón con Candy, en una de las piezas cuando bailaba con Archie, de quien no podía quejarse porque era un excelente bailarín se percató de que la única chica que no bailaba era Annie, había rechazado a todos los chicos que se acercaban y ahora miraba con lagrimas en los ojos a Candy quien se deslizaba por el salón en brazos de Archie. 
-          Archie, estoy cansada, podemos parar un momento – le rogó Candy – voy por un ponche.
-          Ni hablar, yo voy por él – dijo Archie, mientras que él iba por el ponche se apresuró para que Anthony o Stear no quisieran iniciar otro baile.  
Candy se acercó a Annie, quien le volteó la cara, cuando se sentó a su lado. 
-          ¿Por qué no bailas Annie? – preguntó amablemente.
-          Y eso a ti que más te da – le contestó groseramente.
-          ¡Annie! ¿cómo puedes decir eso? – dijo susurrando para que nadie pudiera oírla aunque era muy poco probable que alguien la oyera porque la mayoría bailaban y los que no, estaban parados junto a las fuentes de comida.
-          Claro que puedo – espetó Annie – tu puedes sentir compasión por mi, porque te ves rodeada de chicos ¿no?
-          ¿Qué quieres decir? – le preguntó sorprendida Candy por la reacción de Annie.
-          ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no sé que andas ofreciéndote a los primos de Elisa?
-          Annie – musitó Candy, quien había abierto los ojos desmesuradamente. 
“No es posible” pensó Candy, Annie estaba más envenenada por los comentarios de Elisa y sus amigas de lo que había estado en el colegio San Pablo. Pero aunque quería mucho a Annie no pudo soportar esa ofensa. Era demasiado para que lo soportara. 
-          ¿Cómo te atreves a decir algo así? – dijo Candy con la mayor calma que pudo tener.
-          Solo digo que no necesito más pruebas que este baile, te vi bailando con los tres, y te regodeas de saber que los tres están locos por ti. Y a los tres les das alas para que lo sigan haciendo.
-          Eso no es cierto – espetó Candy quién oyó su voz más alto de lo normal la orquesta acaba de parar unos segundos para seguir tocando, gran parte de los bailarines que estaba cerca habían escuchado claramente, aunque la música seguía muchos apenas y bailaban y paraban la oreja para enterarse porque las chicas en el rincón peleaban.
-          Sí lo es, siempre ha sido así – dijo con los ojos llenos de lágrimas Annie. 
Candy se sentía muy ofendida, pero reconoció la mirada de Annie, era la misma que le había dado justo antes de soltarle su reclamó del Hogar de Ponny.  
-          No, Annie no sigas  - le imploró Candy, pero había sido demasiado tarde.
-          Si siempre fue así, todo el mundo te quiere, todo el mundo ama a Candy, en el Hogar de Ponny las maestras te querían más que a mí. 
Annie había gritado tanto que su voz había sobresalido la música, Archie estaba detrás de Candy de la impresión había soltado la copa con ponche que le llevaba y esta se había hecho añicos, Archie había oído perfectamente todo, el resto de la gente sólo pedazos, pero enseguida se oyó un murmullo general, todos se estaban enterando con una velocidad inusitada, Elisa no tardó en aparecer frente a ellas. Annie se había llevado la mano a la boca, en esta ocasión estaba atrapada no había manera de salir del lugar, miraba horrorizada a todos. Candy estaba pálida, había tratado de impedirlo, pero no lo había conseguido, Archie no se había movido miraba a la aterrorizada chica que temblaba de pies a cabeza. 
-          ¿Con que tú también eres una hija de Ponny? – dijo ácidamente Elisa – Y estás aquí con tu amiguita… Dime Candy tú lo sabías todo y te lo callaste. 
Candy abrió la boca, pero no alcanzó a decir nada, Archie se había puesto en medio de Annie y el resto. 
-          Y que más da eso – dijo en forma de reto a Elisa.
-          ¡Quítate de en medio! – ordenó Elisa – deja que esa muerta de hambre me conteste.
-          Mide tus palabras Elisa – gritó Anthony que también se había acercado – O acaso tengo que recordarte que estas hablando de la Señorita Andley.
-          Ella no es ninguna señorita. – espetó Elisa – Es una recogida. Hija de Ponny.
-          Cierra tu bocaza – le dijo Anthony quien sentía que estaba a punto de abofetear a Elisa. Tú eres la que no es señorita, tú no eres más que un remedo de Dama, quien piensa que todo lo que dice es aceptado como ley. Pues déjame informarte que tus habladurías se han regado por todo el colegio, y que más de la mitad de los estudiantes se burlan de ti.
-          Eso no… - balbuceó Elisa.
-          ¿No puedes creerlo? – dijo Anthony con una mirada furiosa – pues es así, nadie cree ya tus patrañas, todos te consideran una mentirosa, y eso es lo que eres, no eres una señorita, eres una víbora, eso es lo que eres. 
Elisa respiraba entrecortadamente, el poco color en la cara que conservaba se le había ido por completo. 
-          Se lo voy a decir a la tía Abuela – amenazó Elisa.
-          ¿Qué le vas a decir? ¿Qué me regañe porque digo la verdad frente a todos? Anda Elisa, corre a decirle y yo le diré todo lo que has hecho para desprestigiar el buen nombre de los Andley.
-          Yo nunca he hecho eso – soltó Elisa.
-          Elisa, te has cansado de hablar mal de Candy, ella es miembro de los Andley y por cierto con mejor posición que la tuya… ahora respóndeme tú ¿Quién es el que debería tener miedo de que esto llegara a oídos de la tía Elroy?  
Elisa miró con rabia a Anthony, no tenía razonamientos para refutar, se dio la media vuelta y salió llorando. 
-          ¿Alguien más que quiera atacar a la Señorita Andley? – preguntó amenazadoramente Anthony. 
Los que estaban cerca negaron con la cabeza. 
-          ¿O sobre la señorita Britter? – preguntó Archie quien se había puesto al lado de su primo. 
Los muchachos volvieron a negar con la cabeza, en eso llegó la hermana Sofía, quien parecía que había luchado contra la gente que se había quedado parada para poder pasar 
-          ¿Qué ocurre aquí? – preguntó
-          Nada hermana – contestó Anthony dulcemente – Sólo conversábamos.  
La hermana Sofía miró a los que todavía habían quedado alrededor y asintieron con la cabeza. No muy convencida la hermana Sofía se había retirado. 
-          Anthony – dijo Candy mirándolo con admiración.
-          Te dije Candy, que no iba a dejar que nadie te lastimará – dijo abrazándola. 
Los dos miraron a Annie quien seguía llorando. 
-          Váyanse – ordenó Archie – Yo me hago cargo. 
Los dos muchachos miraron la cara de Archie quien sonrió, entonces Anthony jaló a Candy para volver a bailar mientras que Archie se quedaba al lado de Annie. 
-          Vete, te mentí, todo el tiempo te mentí – dijo entre sollozos Annie.
-          No, Annie, no te preocupes, deberías saber que yo le doy importancia a esas cosas.
-          ¡Oh Archie! – sollozó
-          Annie, ahora estoy yo aquí, nadie podrá atreverse a hablar mal de ti nunca – le dijo al tiempo que la abrazaba. 
Annie sonrió levemente, pero sintió los cálidos brazos de Archie y supo que no mentía. El muchacho le dio su pañuelo para que se limpiara la cara. Y Después la invitó a bailar.  
Stear y Anthony siguieron bailando con Candy, ella se sentía un poco preocupada, pero cuando vio a Archie bailando con Annie, le hizo sonreír. El resto del colegio parecía no haberle dado mayor importancia a la revelación hecha por Annie, estaban más interesados en saber y hablar sobre la discusión entre los primos y de que como le había gritado Anthony quien era muy querido entre todos los alumnos y que siempre era cortés con todos, a Elisa quien su cariño entre las alumnas era meramente ficticia.



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