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Fic Luces 10



10. La primera Navidad Juntos. 
        La fiesta terminó un poco después de medianoche, los eventos ocurridos habían dejado extenuada a Candy, quien se había ido directo a la cama. Su cuarto se veía limpio y una gran maleta sobresalía, sobre el piso, al día siguiente saldrían para Chicago a pasar la Navidad en la Mansión Andley. 
        A primera hora de la mañana alguien tocó a su puerta, Candy abrió los ojos y vio que el sol apenas y asomaba, se levantó de la cama y abrió la puerta, Annie era quien tocaba. La chica se veía afligida, y no levantaba la mirada. 
-          Annie – dijo Candy – entra, el pasillo esta muy frío  
Annie miró a Candy unos segundos y entró a la habitación. Candy se dio cuenta de que su vestido de fiesta se había arrugado mucho, con la mano trato de alisárselo. 
-          Candy, yo quería pedirte disculpas – dijo llorando Annie – Fui muy dura contigo, no debía haber hecho caso de los comentarios de Elisa.
-          Annie, yo siempre te he querido mucho, yo habría querido que nadie se enterara de lo del Hogar de Ponny porque sé que te hacía mucho daño a ti.
-          No Candy. Perdóname por favor – dijo al tiempo que se hincaba junto a ella y le tomaba de las piernas – fui una tonta… yo no quería admitirlo… veía como te trataban a ti y pensé que no podría soportarlo…
-          Annie, ya sabes que te perdono, no necesitabas decirme esto, yo me sentí mal anoche cuando me dijiste todas esas cosas. Pero sabía que no estabas pensando claramente…
-          Oh Candy – dijo llorando mientras que Candy la ayudaba a levantarse y la llevaba hasta un sillón. 
Candy miró a Annie quien lloraba amargamente, desde el fondo de su corazón la perdonó por lo que había dicho en la fiesta y deseo que ella no se sintiera triste, la abrazó y espero a que se calmara.  
-          Annie, y ¿cómo te sientes? – dijo finalmente Candy para deshacer el embarazoso silencio.
-          Me siento bien, jamás imagine que a Archie no le importara que yo fuera huérfana.
-          Archie es muy bueno, él no es como Elisa, debiste haberlo sabido. – dijo Candy  
Las dos chicas comenzaron a hablar olvidándose de las palabras dichas la noche anterior, platicaron como viejas amigas, recordando anécdotas y riendo, el sol comenzó a elevarse y el ruido en el pasillo les recordó que ese día empezaban las vacaciones. Así pues que las chicas se despidieron y Candy se cambio de ropa para irse a Chicago, cuando salió los chicos la estaban esperando, y volvieron a su vagón reservado para ellos. Elisa se había rehusado a ir en el mismo vagón que Anthony y Candy, por esa razón la habían enviado a una cabina, que era mucho menos cómoda que el vagón, los chicos se sintieron felices de no tener que compartirlo con ellos, 
-          Todavía no me perdona – dijo Anthony riendo – le está bien empleado ojala deje de andar diciendo tantas tonterías por allí.
-          Todos los estudiantes estaban platicando de eso – aseveró Stear.
-          Sí, ella se lo tiene merecido – apuntó Archie.
-          ¿Tú crees que le vaya a decir algo a la tía Abuela? – preguntó algo preocupada Candy.
-          Me tiene sin cuidado, yo la amenace y pienso cumplir la amenaza si ella no cierra su boca – dijo Anthony enérgicamente.
-          Pero…
-          Calma Candy, ella no se atreverá – dijo Anthony al tiempo que le quitaba unos rizos de la cara.  
Candy miró los dulces ojos de Anthony y supo que realmente no había de que preocuparse, se recargó en su hombro y fueron comentando los múltiples planes que tenían para la navidad. El camino sin tener que soportar las múltiples quejas de Elisa y los gruñidos de Neal, se hizo todavía más placentero y a la vez muy corto. Pronto llegaron a la estación de trenes de Chicago. George los llevó hasta la Mansión Andley. 
Todo estaba igual a como Candy recordaba, la majestuosa mansión levantándose sobre el panorama citadino, las columnas blancas y la entrada lujosa que tenía, el portón con el emblema Andley, Candy miraba todo, veía como la nieve había cubierto las aceras de la calle, y como el jardín también lucía hermoso nevado. 
-          Bienvenida a la mansión Andley – susurró Anthony a su oído.  
Candy levantó la cabeza y estuvo a punto de decirle que ella conocía muy bien la mansión, pero recordó que realmente hasta ese momento ella no había estado allí. Así que asintió con la cabeza  y sonrió. 
 Y aunque recordaba la mansión, nunca había estado presente en una navidad, la casa estaba decorada con motivos navideños, faltaba menos de una semana para navidad, un enorme árbol se alzaba al lado de la chimenea del salón principal, estaba decorado con esferas y pequeñas velas, que eran encendidas por la noche. Debajo del árbol habían colocados algunos paquetes, la chimenea estaba encendida y el calor que se sentía era reconfortante, los sirvientes acudieron en cuando llegaron, subieron las maletas a sus respectivas habitaciones y ellos se quedaron en el salón observando  el decorado, la tía Abuela bajo y los saludo efusivamente. Además les informó que Albert ya estaba camino a Londres y que no estaría presente en Navidad, que además harían cena navideña con unos amigos de la familia. Y por último que irían a reunirse con Albert a Londres pasada la navidad. 
-          Pero tía el viaje de ida y vuelta a Londres nos tomará más de los quince días de vacaciones – observó Stear.
-          Sí Stear, y ya fue previsto, ustedes regresaran después al colegio, se hablo con los profesores.  
Candy pensó que tendría que pasar otros días con Benny regresando de vacaciones y la idea no le gusto mucho, pero si le gustaría volver a caminar por Londres, esa ciudad significaba mucho para ella.  
La tía abuela los dejó, dándoles a cada uno un sobre, cuando Candy lo abrió se sorprendió, el sobre estaba lleno de dinero. 
-          Oh, esto es mucho dinero – exclamó Candy.
-          Sí, este año la tía se ha portado muy generosa – dijo Archie – tengo un montón de cosas que quiero comprarme.
-          ¿es para nosotros? – preguntó Candy.
-          Sí Candy – dijo Anthony – es tradición siempre unos días antes de Navidad nos da dinero, para que compremos regalos y cosas para nosotros, pero hay algo que tienes que saber.
-          ¿Qué? – preguntó Candy quien no podía creer que todo ese dinero fuera de ella.
-          Que ella manda a George con nosotros, para que no compremos cosas que nos tiene prohibidas – dijo Anthony con una sonrisa.
-          ¿Les tiene prohibido comprarse cosas? – preguntó Candy.
-          Sí, ¿empezamos? – dijo Stear.
-          Sí – contestaron Anthony y Archie.
-          No puedes comprar comida – dijo Archie
-          Oh regalar tu dinero a algún pobre – mencionó Stear.
-          Tampoco puedes comprar vinos o licores – dijo Anthony.
-          No puedes comprar ropa que no sea con los sastres que ella designa – dijo Archie.
-          O tampoco cosas para mis inventos – mencionó apesadumbrado Stear.
-          O para cultivar el jardín – dijo con tristeza Anthony.
-          ¿Entonces que puedes comprar? – dijo Candy quien parecía que las restricciones eran muchas.
-          Puedes comprar ropa –dijo Archie.
-          Libros – dijo Stear.
-          Perfumes – dijo Anthony.
-          Eso no parece mucho – dijo Candy quien había pensado comprar juguetes y dulces para los niños del hogar.
-          Una vez te dije que la tía Abuela no nos da todo lo que queremos, entonces recurríamos al tío William – dijo Anthony – él nos compraba lo que queríamos y así la tía abuela no se enojaba.  
Esa tarde, George los llevó al centro de la ciudad para que hicieran compras Candy pensó que con tantas restricciones le sería imposible comprar algo para regalar, ella se había comprado un vestido y un abrigo, le había comprado una bufanda a Archie, pero no encontraba algo para Stear o para Anthony.  
        Candy entró a una tienda de antigüedades, había cosas muy viejas allí, el señor que atendía la tienda era muy grande de edad, caminaba con dificultad en medio de las cosas amontonadas, había unas muy llenas de polvo, pero aunque todo era muy viejo para Candy era nuevo y excitante. 
        Algo dentro de su corazón supo que ese era el lugar ideal para encontrar un regalo, de hecho allí no había nada que se pareciera a lo que estaba en la lista prohibida, pero si lo pensaba bien tampoco había nada de lo que estaba permitido, sin embargo se dijo “lo que no esta prohibido esta permitido”, así que se adentró a la oscura tienda, lo primero que encontró ideal para la tía Elroy era un camafeo que parecía antiquísimo, pero que estaba en buenas condiciones. 
-          Necesita una pulida – le informó el anciano cuando le dio el camafeo para poner entre las cosas que se llevaría. 
Luego encontró ideal para Stear era una especie de caja musical pero era mucho más grande, en vez de discos tenía unos rodillos con pequeños puntos salidos que podían intercambiarse, logró conseguir regados entre toda la tienda siete diferentes rodillos más el aparato que estaba pegado a una especie de maleta de madera labrada. 
Se sentía contenta, pero no encontraba algo apropiado para Anthony, o para Albert, entonces vio una pequeña brújula, y recordó como había conocido a Albert y le pareció un regalo como para él, la pequeña brújula era de oro, y tenía una inscripción en la parte baja. No se veía muy bien el nombre. 
-          Esa brújula fue encontrada durante la guerra de secesión nadie la reclamó nunca – mencionó el anciano cuando vio la brújula  - con una pulida quedará como nueva. 
Candy sonrió y siguió buscando, todo le parecía de primera impresión bueno para Anthony, pero luego pensaba bien y sabía que no había encontrado el regalo perfecto. Entonces a lo alto de unos muebles vio algo que le llamo la atención. 
-          ¿Qué es esto? – Preguntó Candy muy interesada en el objeto.
-          Oh, eso señorita, es una estatuilla que me trajeron de Europa hace mucho tiempo, a mucha gente le gusta, pero nadie se la ha querido llevar.
-          ¿Por qué? –quiso saber Candy
-          No lo sé, sin embargo a mi me parece adorable – dijo el anciano. - Además es una llave, de ese baúl – el anciano mostró un baúl que estaba en el suelo, no era un típico baúl, era del tamaño de una maleta chica, era de cuero, pero en la tapa tenía un hueco que era del tamaño de la figurita de bronce. 
Candy se acercó con la figurita que representaba a un cupido con rosas en las manos, y la colocó en el hueco inmediatamente se abrió el baúl.  
-          Me lo llevó – dijo Candy emocionada 
Con ayuda del Chofer Candy salió de la tienda… Y de allí se dirigió con un joyero para que le pulieran el Camafeo, la brújula y la pequeña estatuilla de bronce. Esa noche se la pasó dentro de su cuarto envolviendo los regalos. Muy temprano los dejó bajo el árbol. Faltaban solo dos días para Navidad. 
A la mañana siguiente a Candy la llevaron a conocer la casa en el árbol, Candy tuvo que fingir mucha sorpresa para que no creyeran que estaba loca. Estando los tres juntos fue mucho más divertido que cuando habían estado solo Stear y Archie, ya que en esa ocasión un velo de tristeza había cubierto sus conversaciones al recordar a Anthony, así que esa vez estuvo todo lleno de risas.  
Más tarde habían jugado en la nieve haciendo muñecos, terminando con una pelea de bolas de nieve que termino entre risas y por el cual recibieron un reto de la tía Abuela al verlos a todos mojados, los mandó a cambiarse porque ese día sería la cena de nochebuena, todos se cambiaron, y la cena transcurrió en total armonía, todos bromeaban y se sentía todavía eufóricos por la pelea de bolas de nieve, cerca de la medianoche, la tía los mandó a dormir, al día siguiente tendrían la fiesta navideña. Como era costumbre ese era el único día del año en que los muchachos se iban a la cama sin protestar.  
Candy se fue a la cama, pero estando allí pensó con emoción que esa sería la primera navidad que pasaría junto a Anthony y no pudo reprimir una sonrisa que se dibujó en su cara.  
A la mañana siguiente la despertaron los chicos muy temprano.  
-          Candy, Candy, vamos a ver los regalos – llamaron emocionados a la puerta de su habitación.  
La chica saltó de la cama, se puso la bata y salió con ellos que al igual que ella, sólo llevaban los pijamas y las batas sobre los pijamas. Cuando llegaron al salón principal, el árbol estaba rodeado de innumerables paquetes envueltos como regalos, empezaron a ver las etiquetas y entonces encontraron sus regalos, poco a poco fueron desenvolviendo los paquetes, Archie gritó emocionado cuando encontró en uno de ellos una gabardina de piel que tanto quería, Stear hizo otro tanto cuando vio el paquete que contenía aditamentos para su automóvil. Anthony se emocionó mucho cuando vio un cuadro de él y su madre, Candy había recibido un hermoso vestido, así continuaron abriendo los regalos, Candy recibió un perfume de parte de Archie, unas figurillas que bailaban de parte de Stear, claro que a las dos canciones una de ellas dejo de hacerlo. Anthony le había dado un brazalete con esmeraldas. Candy cuando la vio, abrió los ojos y la boca, era una joya muy cara, pero Anthony se adelantó y se la puso en la muñeca.  
-          Algún día será un anillo – le susurró Anthony al oído mientras que Candy se sonrojaba.  
Así también los chicos abrieron los regalos de Candy, Archie vio la bufanda y le gustó mucho, se la puso en ese momento, Stear vio el aparato musical y se emocionó. Le había dado ideas para nuevos inventos. Anthony vio el baúl, y la figurita, inicialmente no sabía para que servia la figurita aunque le pareció muy bonita. Candy se acercó a él y le dijo entre murmullos. 
-          La figurita es la llave del baúl – Anthony la miró sorprendido. – Es para cuando quieras guardar un secreto  
Anthony en ese momento fue el que se sonrojó, recordó en ese momento media docena de cartas que definitivamente podría guardar celosamente dentro del baúl. Le dieron ganas de besar a Candy, sin embargo no podía hacerlo de manera tan abierta. Pero como si los ángeles hubieran dispuesto todo para que pasara lo que tenía que pasar. Dorothy entró al salón con una bandeja de chocolate caliente y unos pedazos de pastel. Los puso sobre la mesa de té y exclamó. 
-          Anthony y Candy, están bajo el muérdago, tienen que besarse es la tradición – dijo Dorothy.
-          Tienes razón – dijo la tía Elroy quien acababa de entrar – Las tradiciones navideñas son las más arraigadas. 
Candy y Anthony se miraron, un poco indecisos, ¿Cómo era posible que les pidieran que se besaran? Era algo que jamás habían esperado. 
-          ¡Oh vamos! – dijo la tía Elroy – es solo un pequeño beso, es por el muérdago. 
Anthony miró a la tía Abuela, y vio que hablaba en serio, así que se acerco a Candy y dulcemente la beso en los labios, el beso había sido fugaz, pero muy tierno y dulce, y todos rieron después del beso pero Candy pensó certeramente que esa era la mejor Navidad de todas.



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