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Fic Luces 08



8. El más dulce beso.
  
    La primera semana en el colegio, transcurrió más rápido de lo que Candy pudo haber predicho cuando vio la dureza del colegio, tanto que le había parecido que era peor que el colegió San Pablo, sin embargo todo había cambiado a mitad de semana cuando había recibido una carta de Albert, dentro del sobre había otros tres sobres, para evitarse problemas los chicos le habían enviado sus cartas a Albert y él junto con la suya se las había envidado a Candy, a partir de ese día todas las mañanas recibía sus cuatro cartas.
    Por medio de ellas se había enterado de que las normas en el colegio de los chicos eran tan estrictas y los horarios tan rígidos como los de las chicas. Sin embargo las cartas de ellos eran tan reconfortantes como si los tuviera a un lado, los chicos le contaban como se divertían los tres que tenían habitaciones pegadas y como iba de una a otra todas las noches, de cómo lo que no se le ocurría a uno se le ocurría a otro.  
Todo indicaba que Candy podría soportar de mejor manera al colegio San Pablo, y ahora se cuidaría para que no la expulsaran, ella estaría cerca de Anthony.  
Sin embargo la paz no podría durar mucho, al siguiente fin de semana, Elisa y Neal entraron también al mismo colegio, como había pasado en el colegio San Pablo, Elisa empezó una campaña de mala imagen para con Candy, quien en una semana había logrado simpatizar con varias chicas, pero en cuanto supieron que era una “recogida, hija de Ponny” como la llamaba Elisa se separaron inmediatamente de ella. Pero Candy soportó todas sus malas jugadas, confiaba en que el buen corazón de las chicas vieran más allá de las apariencias. 
El lunes de la segunda semana, Candy había recibido una carta con instrucciones de parte de Stear.  
“Fíjate en los horarios de los clubes y actividades, pregunta en donde se llevan a cabo y anótalos todos, ten cuidado en anotar las horas exactas y los días” le había dicho en la carta. 
-          Pero ¿para qué?, si yo no pienso unirme a ningún grupo – dijo Candy, quien había estado más atareada que las otras chicas con su guía que era una de las alumnas que estaban por salir del colegio que a su lado Flanny parecía un amor, Bernardette como se llamaba la chica, era muy alta y algo robusta, pero era de carácter frío, “habría sido una buena monja”, pensó Candy cuando la conoció, lo único que había logrado en simpatía con ella era que la llamara Benny como lo hacían las amigas de la chica que por cierto no eran muchas. 
Las clases de regularización casi acababan y Candy le daba gracias a Dios, porque Benny no la dejaba ni a sol ni a sombra para lograr que se pusiera al corriente con las otras chicas.
 A pesar de sus convicciones, comenzó a preguntar sobre los clubes, horarios, fechas y lugares, la invitaron a que viera lo que hacían, a pesar de ser “una recogida” algunas chicas pensaban que no era tan bueno excluirla de todo, ya no importaba como había llegado a ser un miembro de los Andley, en los clubes importaba tan sólo que era una Andley, ser una Andley era igual a una suscripción más, por lo tanto a más fondos, y sabían de antemano que podían sacarle mucho más dinero viniendo de una familia en tan buena condición económica.
Candy fue tomando notas de todo, incluso se había fijado en que clubes se había anotado Elisa porque no pensaba todavía soportarla en los clubes también. Esa semana transcurrió de manera rapidísima. Y pronto llego el primer fin de semana para salir del internado.
Cuando Candy salió el viernes por la noche con una pequeña maleta, comparada con los baúles que habían sido trasladados desde Lakewood se encontró con George quien la llevó hasta la estación del ferrocarril junto con los chicos, todos se abrazaron y rieron cuando estuvieron de nuevos juntos, el regreso a Lakewood había sido más placentero que el viaje de ida. A pesar de que Elisa y Neal iban en el mismo vagón que ellos.  
Una vez en Lakewood pudieron cambiar impresiones sobre el colegio, Candy entonces supo que había tomado la decisión correcta, en el colegió San Pablo solo tenían un domingo cada tres meses, ahora tendrían un fin de semana cada dos semanas, no había punto de comparación. Incluso la tía Abuela se mostraba mucho más cariñosa con todos incluida Candy, y les tenía preparados regalos a todos. Albert y los chicos disfrutaron de la última parrillada del año, el frío había comenzado a arreciar y quince días después el jardín estaría nevado. 
-          ¿Anotaste todo lo que te pedí? -  le preguntó Stear a Candy
-          Sí – dijo Candy sacando el pedazo de papel donde estaban los datos. 
Stear sacó un cuadernillo de bolsillo que llevaba con él y empezó a murmurar para si mismo. 
-          ¿Qué es lo que pretende? – quiso saber Candy.
-          No nos lo ha querido decir – dijo Archie.
-          Pero nos ha traído por todo el colegio verificando horas y datos igual que a ti – le dijo Anthony que estaba sentado al lado de ellos con unas brochetas en la mano. 
Los chicos se quedaron viendo a Stear durante varios minutos, entonces Stear se fijo en algo que le llamo la atención. 
-          ¿qué significa esta estrella negra? – le preguntó a Candy.
-          Son los clubes donde esta inscrita Elisa – respondió sonrojándose un poco. 
Stear comenzó a reír igual que Anthony y Archie, y volvió a hacer garabatos en su cuadernito. 
-          Ya está. – dijo complacido
-          ¿Qué? – quiso saber Anthony.
-          Nuestra solución – contestó Stear como si fuera algo muy evidente.
-          ¿Solución a que? – preguntó Archie.
-          A poder vernos cuando estemos en el colegio – dijo Stear muy serio.
-          ¿Sabes lo que harían los monjes si supieran que nos vemos con una chica? – pregunto Archie - ¿sabes lo que le harían a Candy?
-          Claro que lo sé – respondió indignado – crees que no he pensado en ello, pero no digan nada hasta que termine: Miren se que es mucho riesgo, por eso los encuentros serán de cinco minutos pero serán todos los días.
-          Chicos nos inscribiremos a los clubes de Equitación, de tiro con arco y críquet. Candy hará lo mismo – las caras de los aludidos fueron de desagrado y confusión – los días que hay Equitación con los chicos hay tiro con arco y críquet con las chicas, y viceversa, equitación es dos días a la semana, tiro con arco y críquet es un día a la semana,  no nos veríamos el miércoles, ese día cada quien puede escoger el club que quiera. Y los fines de semana que no vengamos podemos ponernos al corriente con las tareas… que son muchas por si no se han dado cuenta.
-          Espera un momento Stear, ¿Cómo vamos a vernos si ninguna actividad compagina? – dijo Anthony quien no le veía ni pies ni cabeza al fabuloso plan de Stear.
-          Es sencillo, la pista de equitación a campo traviesa, llega hasta los dos campos, tanto el de críquet como el de tiro con arco, allí no hay rejas, lo único que tenemos que hacer es esto, con mi súper silbato Stear – dijo sacando cuatro silbatos en forma de pájaro – los que estemos en equitación, bajaremos del caballo unos minutos, tocaremos el silbato y ya sea Candy o nosotros acudiremos. 
Archie tocó el silbato y más que silbido parecía el graznido de un ave tropical, pero no quiso hacer ningún comentario. 
-          Si estás en tiro con arco apuntas mal para que la flecha salga de campo de tiro.
-          Genial idea, ahora solo nos mataremos unos a otros a flechazos – dijo sarcásticamente Archie.
-          No tienes que aventarla muy lejos, sólo hasta donde ellos no vean – dijo Stear. Y así podremos vernos. Pero no podemos arriesgarnos a que sea mucho tiempo, a nadie le preocupan cinco minutos, si tardamos diez ellos se preocuparan y es posible que nos atrapen. Así que ese es el plan.
-          ¿Ese es el plan? – dijo Anthony quien pensaba que plan más rebuscado no podía haber hallado Stear.
-          Me parece genial – dijo Candy quien pensó que valía la pena el esfuerzo para ver a Anthony aunque fuera cinco minutos al día.  
Una vez que Candy asintió al plan Anthony y Archie asintieron también. Así pues salieron de regreso al colegio, las clases particulares con Benny se habían terminado ahora había hecho lo que Stear le había indicado, entro a los tres clubes aparte del de natación los miércoles, y los chicos hicieron otro tanto. Para sorpresa de todos el plan funcionó a la maravilla, los chicos en esos cinco minutos hablaban rápido se intercambiaban dulces y recados, Stear mostraba sus inventos. Y todo era fantástico por esos cinco minutos. Candy se volvió a enterar de que Annie se inscribiría en el colegio entre las burlas que Anthony y Stear le hicieron a Archie y sabía de antemano que se portaría como los primeros días en el colegio San Pablo. 
De esta manera transcurrieron dos semanas más, Candy había notado un cambio en la mirada de Anthony, cada vez que la veía sus ojos la miraban intensamente y Candy se sonrojaba, cuando le preguntaba Archie o Stear de sus mejillas coloradas, Candy culpaba al ejercicio que hacía antes de encontrarlos. 
Cuando llegó el segundo fin de semana para pasar en Lakewood, se enteraron de que Albert se iría a Londres por un tiempo, y que la tía Abuela regresaría a Chicago y ellos también irían a Chicago la próxima vez que tuvieran permiso. Sin embargo ese sábado se había organizado una fiesta para despedir a los Andley de la mansión. 
La música comenzó a sonar y los invitados bailaban, como siempre Anthony bailó  únicamente con Candy, y apenas la soltó para cederles unas piezas a sus primos, y Elisa lo había perseguido inútilmente.  
Los jardines estaban nevados como había sido la predicción de Albert, la fiesta se llevo a cabo en el salón de la mansión, Candy usaba un vestido de terciopelo rosa con listones de seda, y los chicos su tradicional Kilt, la fiesta estaba en su apogeo cuando Anthony le pidió a Candy pasear por el jardín. 
Cuando salieron al jardín sintieron el frío que estaba haciendo, así que Anthony se acercó a Candy y le pasó el brazo por los hombros, así caminaron hasta que llegaron a una linda fuente que tenía el agua congelada y lanzaba destellos por la tenue luz que emanaba un farol que estaba cerca. Candy miró a Anthony el vestido con su traje escocés y ella usando un vestido digno de una princesa, todo era como un cuento de hadas. 
Entonces Anthony la miró a los ojos con esa intensidad con la que solía hacerlo desde hacía unas semanas, y Candy volvió a sonrojarse, despacio Anthony pasó su brazo por la cintura de Candy, sus mejillas también se encendieron, Candy sentía que era más de lo que ella habría podido pedir. Él se acercó lentamente y posó sus labios sobre la boca de Candy que se abrió para recibirlos, durante unos segundos sintió que el corazón se iba a salir, latía con tanta fuerza, pero no sólo eso sentía el corazón de Anthony a través de la tela, que latía al mismo ritmo que el suyo. Candy sintió que flotaba y que Anthony la tenía tan cerca de él, que flotaba junto con ella. 
Entonces con la misma lentitud con que se había acercado se separó de Candy, los ojos le brillaban y titilaban de emoción, Candy sentía que estaba a punto de llorar de alegría.  
-          Candy, te amo, te amo tanto que no resisto estar lejos de ti, soporto estar en el colegio porque sé que te veré todos los días, esos cinco minutos trato de llevármelos conmigo para soportar el día siguiente. Cada miércoles siento que el corazón se desgarra porque  ese día no puedo verte.
-          Anthony – musitó Candy – Yo también te amo, y no me importa estar lejos de ti sabiendo que me amas así, porque sé que el amor que yo siento por ti nunca morirá, así pase lo que pase. Mi amor por ti continuará firme. 
Anthony sonrió y se acercó a Candy un poco más rápido y la volvió a besar, el frío en el jardín era mucho, pero en el centro del mismo, al lado de la fuente con agua congelada que destellaba por la tenue luz, el frío se había ido la calidez había invadido el lugar.



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