5. El secreto de la familia Andley.
La tía
Abuela siguió hablando de los colegios que estaban considerando,
entre ellos estaba el colegio San Pablo, Candy sintió una ligera
punzada de dolor al pensar que si los mandaban de nuevo al Colegio
San Pablo, se encontraría de nueva cuenta con Terry, ella ya lo
había conocido y lo había amado, pero de la misma manera lo había
perdido, no quería volver a pasar por eso, sin embargo si no iba
al Colegio San Pablo, jamás conocería a Patty, y eso le dolía,
tenía que poner en una balanza lo que podía llegar a perder y lo
que ganaría.
Candy
estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se había dado
cuenta de que la tía Abuela había terminado de hablar y que todos
la veían.
-
Candy ¿te ocurre algo? – le preguntó Anthony cuando no contestó a
la pregunta que les había hecho la tía Elroy.-
¿Qué? – preguntó un poco nerviosa.
-
La tía Abuela te esta preguntando tu opinión – le dijo Anthony muy
extrañado.
-
Perdón estaba... rezando mis plegarias antes de comenzar a
desayunar – mintió Candy.
La tía Abuela
sonrió un segundo ante la respuesta de Candy, sin embargo la había
notado muy extraña.
-
Candy te preguntaba acerca del Colegio San Pablo, que fue el que
les agradó a los chicos.
-
¿El Colegio San Pablo? – Preguntó Candy con los ojos muy abiertos.
– No, allí no.
La tía Elroy
miró muy sorprendida a Candy, y vio como los chicos la miraban muy
extrañados así que sintió que debía cambiar el tema.
-
Bueno, Chicos, coman antes de que se enfríe el desayuno, ya saben
que tienen tiempo para pensar.
Todos
empezaron a comer el desayuno, a excepción de Candy, estaba muy
preocupada, una decisión así, necesitaba hablar con alguien que la
conociera bien y que además pudiera aconsejarla.
"Albert –
pensó Candy – Él podrá ayudarme, tengo que hablar con él, necesito
ir a buscarlo, me preguntó si estará en el bosque"
-
Candy, podrías venir un momento conmigo – le dijo la tía Elroy
cuando finalizó su desayuno – Nos vemos en un rato, niños.
Candy no había
probado bocado, pero se levantó y caminó tras la Tía Abuela.
Mientras tanto los muchachos se quedaron muy extrañados en el
comedor.
-
¿Qué trae Candy? – preguntó Archie.
-
No lo sé – dijo Anthony con un dejo de preocupación – desde ayer
anda muy rara.
-
La tía Elroy la está presionando mucho – dijo Stear.
-
Nunca la había visto tan pensativa – dijo un poco receloso
Anthony, entonces recordó la conversación que habían tenido la
noche anterior y sintió miedo - ¿creen que piense en abandonarnos?
-
¿De que hablas Anthony? – quiso saber Archie quien se había
asustado ante el comentario de Anthony
-
No estoy seguro, pero por lo que me dijo ayer presentí que se iría
lejos – dijo Anthony con un dejo de amargura
-
¿qué fue lo que te dijo? – le apremió Stear.
-
Realmente muchas cosas, pero la verdad se estaba despidiendo –
mencionó Anthony con la preocupación reflejada en el rostro.
Los tres
muchachos se miraron pensativos, mientras tanto Candy se había
sentado frente a la tía Elroy en su cuarto. La tía Elroy se veía
un poco abrumada.
-
Candy, el día de hoy te he notado algo extraña – le dijo
suavemente la tía Elroy – y creó por tus comentarios que se de que
se trata.
-
Oh – exclamó Candy
Candy estaba
segura de que la tía Abuela no sabía nada de lo que le pasaba a
ella en ese momento, pero tenía curiosidad de saber que es lo que
quería decirle.
-
¿Creo que sabes más de lo que has dicho acerca del Tío Abuelo
William?
Candy pensó
unos minutos. Ella estaba en ese momento en posición de decirle la
verdad a la tía Elroy y de esa manera ayudar a Albert. Él en una
ocasión le había dicho “Si la tía Elroy no se hubiera empeñado en
que nadie supiera quien era, yo no habría tenido que vivir todo el
tiempo escondido” se lo había dicho con los ojos llenos de
tristeza. Entonces pensó que esa mentira solo había dañado a
Albert, a pesar de lo que había pasado ella lo apreciaba mucho,
había hecho mucho por ella y era momento en que le pagara un poco
todo el bien que le había dado.
-
¿Y bien niña habla? – le ordenó la tía Abuela
Candy la miró.
Era preciso que hablara, pero tenía que hacer la historia
plausible si no quería que la tomaran por loca.
-
Sí tía Abuela, se todo... – dijo guardando unos segundos silencio
– Sé que el tío William, no es un hombre viejo, se que es un joven
de veintiún años y que ha vivido toda su vida escondido de todos,
no sólo de su familia sino del mundo entero.
-
¿Cómo sabes eso? – le preguntó la tía Elroy.
-
Empecé a sospecharlo cuando supe que nadie lo había visto nunca...
Luego me encontré con él en el bosque, viviendo como vagabundo.
Pero sus ojos eran los mismos.
-
Calla Candy, no sigas – le dijo enojada la tía Abuela – tienes que
prometerme que no se lo dirás a nadie.
-
Tía Abuela. No puedo prometerle eso, nunca he sido buena diciendo
mentiras. – le respondió con vehemencia Candy – Debería de tener
un poco más de fe en sus nietos y en mí.
-
¿Qué quieres decir? – le preguntó irritada la tía Abuela
-
Que Albert se siente muy solo, que no debería de prohibirle ver a
su familia, sólo lo esta dañando al empeñarse en ocultarlo
-
¡Pero que impertinente! – dijo la tía Abuela.
-
No es mi intención serlo – dijo Candy muy calmada sabiendo que
podría ganar esa batalla a favor de Albert –Pero vea a sus nietos,
a Stear, a Archie, a Anthony... todos ellos son fantásticos, y le
aseguro que ellos guardaran dichosos el secreto de la familia, Por
favor no le quite el privilegio de compartir con ellos su amistad
y cariño – dijo Candy suplicante.
La tía Elroy
se había llevado la mano a la boca cuando oyó a Candy nombrar
Albert a su sobrino, era obvio que ella sabía de lo que estaba
hablando, entonces caviló por unos segundos acerca de lo que le
estaba diciendo de Stear, Archie y Anthony. ¿Acaso ellos serían
capaces de guardar el secreto?
-
No lo sé Candy, no puedo fiarme de nadie – dijo duramente.
-
Por favor tía Abuela, yo sé que usted lo quiere mucho, y si ellos
se enteran de la verdad pues usted también podrá disfrutar de su
compañía por mucho tiempo, además de que Albert se lo agradecerá –
le dijo Candy tratando de chantajearla con sentimientos.
La tía Abuela,
se quedó sorprendida, entonces Candy supo que había ganado la
batalla, le había puesto el dedo en la herida... La tía Elroy
extrañaba a Albert, no había podido convivir con él desde que se
había hecho cargo de Anthony, y quería tanto a Anthony porque le
recordaba mucho a su sobrino William.
-
Pero como se lo ocultaremos a los demás – dijo la Tía Elroy ya
pensando en seguir el plan de Candy.
-
Tía usted lo ha ocultado por más de veinte años, sabe muy bien
como hacerlo – le dijo Candy – podemos quedarnos en Lakewood, esta
muy retirado de la ciudad, y así cuando alguien tenga que venir a
saludarla, él puede retirarse a la casa del bosque.
La tía Abuela
sonreía, no era la misma cara que hacía siempre se imaginaba que
el plan de Candy podía resultar. Quería hacerlo, quería ver a su
sobrino cerca de ella, lo último que quería era hacerle daño,
además ya había cumplido los 21 años, pronto sería presentado como
cabeza de los Andley, y que mejor que los parientes más cercanos
estuvieran al tanto de lo que pasaba.
-
Muy bien Candy, tienes razón... podemos decírselos a los demás –
dijo la tía Elroy.
-
Tía Abuela me da permiso – dijo Candy muy emocionada
-
¿De que Candy? – preguntó la tía Elroy que no podía ocultar su
entusiasmo por la idea.
-
De que yo se los diga – contestó la muchahca esperando que eso no
desilusionara a la tía.
-
Está bien Candy, pero después yo tengo que hablar con ellos.
– dijo severamente la anciana. - ¿Cómo se los piensas decir?
-
Los voy a llevar con él – dijo Candy sonriendo.
-
¿Pero es que sabes donde encontrarlo? – mencionó algo asombrada.
-
Sí tía Elroy, entonces ¿puedo hacerlo?- volvió a preguntar.
-
Sí, pero también quiero que le digas a William que venga a verme
inmediatamente – le dijo la tía Elroy quien vio a Candy muy
emocionada con la idea de decirles a los chicos quien era su tío
William
Candy salió
cantando de la habitación de la tía Abuela. Y se fue a buscar a
los muchachos. Primero fue al comedor pero ellos ya se habían ido
de allí. Así que fue al jardín era casi seguro de que allí
estarían todos. Entró al jardín y al primero que vio fue a
Anthony.
-
Anthony – le llamó emocionada.
-
Candy, ¿te ha retado la tía Abuela? – le preguntó preocupado.
-
No – dijo Candy con una sonrisa – Me ha dado permiso para que
salgamos de paseo.
-
¿a dónde vamos a ir? – le preguntó Anthony
-
Primero tenemos que encontrar a Stear y a Archie.
-
¿Nos llamabas? – le dijeron los muchachos que llegaban al jardín
detrás de ella.
-
Stear, Archie – dijo emocionada – vamos de paseo.
-
¿Se puede saber a donde? – le preguntó Archie.
-
Al bosque – dijo Candy con una sonrisa en el rostro.
Todos la
miraron divertidos, pero sin dejar de extrañarse, y más se
extrañaron cuando les dijo que no podían llegar a caballo. Candy
pensaba que si llegaban a caballo Albert se pondría alerta y
escaparía de la casa del Bosque. Así que los tres muchachos
siguieron a Candy por el bosque. Cuando ya llevaba un buen rato
caminando Anthony se percató de que iban para la casa del Bosque.
-
Candy, ¿vamos a la casa del bosque? – le preguntó Anthony quien
conocía bien el camino.
-
Sí Anthony – le dijo en susurros – pero no hables tan fuerte,
puede oírnos y se iría.
Los tres
muchachos se miraron mutuamente, realmente Candy estaba actuando
muy raro. Pronto llegaron a la casa del Bosque, Candy alcanzó a
ver el humo que salía de la chimenea, le dio mucho gusto saber que
Albert estaba en casa. Candy les pidió quedamente que se quedaran
escondidos y que salieran cuando ella les llamara. Candy entró a
la casa del bosque.
-
Albert – le llamó.
-
Candy ¿qué haces aquí? – le contestó el muchacho.
Candy no le
respondió nada, simplemente lo abrazó. Al joven le acarició el
pelo mientras ella seguía abrazada a él.
-
Te he extrañado mucho – le dijo Candy sinceramente – siempre has
sido el mejor amigo que alguien puede tener.
-
Candy, ¿ha pasado algo? ¿Por qué estas aquí? – le volvió a
preguntar.
-
Me has dado tantas cosas, que he creído que puedo devolverte algo
a cambio – le dijo la chica.
-
¿De qué hablas? – le preguntó el muchacho que no entendía de
lo que hablaba Candy.
-
Muchas gracias por adoptarme – le dijo al tiempo que la cara de
Albert se desfiguraba por la sorpresa.
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