4. El comienzo de una nueva vida.
Candy
no podía describir lo que su alma sentía, cuando entró a la
Mansión de Lakewood y vio a la orquesta que había comenzado a
tocar, todo estaba dispuesto para una fiesta inolvidable. Cuando
entró del brazo de Anthony sintió que todos sus temores, todo lo
que había sufrido por su pérdida estaban remediados, que su
corazón no volvería sufrir de nuevo que el recuerdo se estaba
borrando lentamente.
La
chica
subió a su lujosa habitación para cambiarse, Dorothy la esperaba
impaciente.
-
Candy, ¿dónde estabas? – le retó con un poco de preocupación.
-
Estaba arreglando lo que se había roto – dijo con una sonrisa en
la cara.
-
Candy, tienes que cambiarte, la Señora Elroy se enfadará si no
bajas a tiempo – le dijo al tiempo que le empezaba a quitar la
ropa.
-
Si no fuera por mi intervención no habría baile – dijo entre
dientes Candy, pero Dorothy no alcanzó a oírla.
Candy se metió
a bañar y empezó a arreglarse mientras cantaba y bailaba, Dorothy
la miraba pero no con mucha extrañeza, Candy siempre era muy
alegre. La chica miró el vestido en el perchero, ese vestido no había
llegado a usarlo nunca, de hecho no lo recordaba pero era hermoso,
las mangas de encaje sobresalía al terciopelo rojo del vestido,
Candy se ruborizó en seguida, esa noche bailaría con Anthony en un
baile al que no había asistido, y conversaría con Stear y podría
preguntarle lo que quisiera, y además estaba Archie con la alegría
que no tenía desde hacía años, ella los había visto llorar y
sufrir la muerte de Anthony, después de ese día nada había vuelto
a ser lo mismo, los juegos y las risas se había acabado en esa
casa, pero ahora no tenía porque ser así, ella cuidaría siempre de
Anthony y nunca más la dejaría.
Cuando estuvo
arreglada, se miró en el espejo y se sintió muy feliz, entonces
alguien tocó a su puerta.
-
Adelante – dijo Candy mientras seguía admirando su vestido.
Anthony entró
junto con sus primos y se quedaron admirando a Candy que se veía
muy bien. Entonces Anthony sonrió y se adelantó para escoltarla.
-
Candy – le dijo con esa dulce voz – Nos esperan.
Ella
lo miró muy
ruborizada, y tomó el brazo que Anthony le ofrecía, al momento
de tomarlo su corazón se aceleró, era verdad, estaba a punto
de disfrutar su segunda fiesta al lado del chico al que tanto
amaba.
-
Parece un sueño – comentó embelesado Archie en voz baja a su
hermano.
Stear no dijo
nada pero era obvio que pensaba de la misma manera, cuando bajaron
el baile ya había empezado, así que Anthony tomó a Candy por la
cintura y se lanzó a la pista de baile, la chica sentía que flotaba
mientras se deslizaba en sus brazos, al compás de su vals, del
primer vals que había bailado con él.
Candy se
sentía tan feliz que no se había percatado de la cara de Elisa
quien llevaba el mismo vestido de fiesta que tanto le había
presumido, y se percataba que el vestido que usaba Candy era mucho
más bonito que el suyo, era de un odio profundo el que sentía.
Anthony ni siquiera la había mirado en todo ese día, le había
prodigado todas sus atenciones a Candy. Neal que estaba al lado de
ella se sentía muy similar a su hermana, ver a la que en alguna
ocasión limpió su cuarto, estaba bailando y siendo el centro de atención
en una fiesta de los Andley era más de lo que podía soportar.
Archie miraba
de manera diferente a la pareja, dentro de él, sentía muchos
celos, sin embargo quería tanto a su primo que no podía serle
desleal, además le quedaba palpable el interés que Candy tenía por
Anthony, así que mientras sonreía resignado se acercó a la fuente de
bebidas y tomó una.
-
Se les ve muy felices ¿verdad? – le comentó Stear acercándose a su
hermano.
-
Sí – dijo Archie antes de dar un trago a la copa que sostenía en
las manos.
- Siempre ha tenido ese tipo de magnetismo – observó Stear.
-
Sí, me alegra que él la haga feliz – dijo con un dejo de
nostalgia.
-
Ánimo Archie, ya aparecerá la chica que te haga suspirar – le dijo
Stear que entendía a la perfección a su hermano.
Los chicos
Cornwell sonrieron, siempre había sido así, pocas veces
necesitaban más de un par de palabras para entender lo que sus
almas guardaban.
-
Anthony, me siento muy feliz – Candy dijo mientras
seguían bailando.
-
Me alegró – le contestó él con una dulce sonrisa.
Candy seguía
en sus brazos, el tiempo pasaba tan rápido cuando estaba con
él, sabía que la noche acabaría y tenía tanto miedo de ir a
dormir y despertar, y darse cuenta de que todo había sido sólo un
magnífico sueño.
Pero el tiempo
no respeta a nadie, así que transcurrió veloz como siempre lo
hacía, los invitados comenzaron a retirarse y Candy se sentía cada
vez más nerviosa, no podía irse a dormir así, si lo hacía se vería
obligada a una despedida con Anthony, por que aunque fuera un sueño, todo parecía tan real
que sentía que si se despedía sería como si ella si lo estuviera
dejando ir nuevamente.
-
Anthony, espera – le dijo mientras veía como se separaba de ella
para ir a su habitación.
-
¿Qué pasó Candy? – le preguntó una vez que se acercó a ella.
-
Quiero decirte... – y guardó silencio unos momentos, eso le iba a
resultar más difícil de lo que creía.
-
¿Sí? – le preguntó Anthony mirando los ojos indecisos de Candy.
-
Tú sabes lo mucho que te quiero ¿verdad? – le dijo Candy que no
hallaba las palabras adecuadas para decirle adiós a su dulce
Anthony.
-
Lo sé Candy – dijo no sin dejar de sonrojarse Anthony.
-
Los momentos que he vivido a tu lado son los mejores que he pasado
en toda mi vida – le dijo al tiempo que tomaba sus manos y sentía
que su corazón se iba a salir de su pecho – Yo no quisiera decirte
nunca adiós...
-
Candy, ¿acaso piensas irte? – le preguntó con preocupación.
-
No, yo nunca pensaría eso – se apresuró a decir Candy – Sólo
quería que lo supieras.
-
Candy – musitó Anthony al tiempo que apretaba dulcemente las manos
de Candy – Se que has sufrido mucho, pero debes olvidarte de todo
lo malo que ha habido en tu vida, ahora yo estoy aquí para
protegerte, no tienes que temer nada.
-
Anthony – dijo la chica, mientras unas lágrimas resbalaban por sus mejillas,
entonces lo abrazó.
Anthony la
abrazó también, él no comprendía lo que las palabras de Candy
significaban pero sabía lo mucho que había sufrido siendo una
huérfana y no dejaría que nadie más en el mundo la lastimara.
Así pues
acompañó a Candy hasta su cuarto y le dio las buenas
noches a Anthony, ella se sentía muy débil, pero no quería
dormirse. Se sentó en el sofá que estaba en su cuarto, miró por la
ventana el jardín de las rosas, olía el aroma que desprendían.
-
No parece un sueño – dijo Candy para sí.
Se quedo así
largo rato, finalmente cayó rendida, durmió placidamente,
recordando el baile con Anthony y como la había abrazado, y como
había estado con ella. Se sentía tan feliz que aun dormida estaba
sonriendo.
-
¿Dormiste en el sofá toda la noche? – le despertó Dorothy cuando
entró a la habitación.
Candy abrió
los ojos y se sintió un poco aturdida, pero entonces vio la cara
de Dorothy, seguía en Lakewood, ¡Todo había sido real!.
-
¡Oh Dorothy! No me regañes – dijo con una enorme sonrisa – Hoy me
siento tan feliz, todos mis pesares toda la angustia se ha ido
para siempre.
-
Candy, ¡amaneciste contenta! – le dijo Dorothy - ¡Qué gusto me da!
-
¡Quiero cantar, y salir volando por esa ventana! – le dijo muy
emocionada, mientras veía los rayos del sol que acariciaban la
ventana.
Dorothy
comenzó a reírse al ver a la muchacha tan feliz, recogió la ropa que
había usado el día anterior Candy y la ayudo a vestirse para que
bajara a desayunar. La otrora huérfana se sentía muy feliz, cuando salió de su
habitación sintió como el aire entraba por sus pulmones, sentía
que había sido ella quien había vuelto a la vida.
Llegó al
comedor y vio a los chicos Andley tomando su desayuno. La tía
Abuela también estaba allí.
-
Hola Candy – saludaron al unísono los tres chicos.
-
Buen día – saludó ella haciendo una pequeña reverencia recordando
los modales que le habían enseñado en el colegio San Pablo.
-
Buen día Candy, siéntate – le invitó la tía Abuela.
Ella también
se veía muy contenta, Candy aceptó la invitación y se sentó al
lado de Anthony quien se sonrojó un poco, pero luego le ofreció
una linda sonrisa.
-
Chicos, tengo algo que avisarles – les dijo la tía Abuela.
-
¿Qué pasa? – preguntó Stear.
-
He estado conversando con el tío Abuelo William –al decir el
nombre Candy soltó una pequeña risa, entonces la tía la miró
duramente – ¿se puede saber que tiene tanta gracia?
-
Perdón Tía, pero es que lo hace ver como una persona muy vieja –
dijo sin pensar Candy.
Entonces la
tía Abuela, abrió los ojos con un brillo de pánico.
-
¿Por qué lo dices? – inquirió la tía Elroy con un dejo de temor.
-
Porque él no es... – entonces Candy se quedo callada un momento.
"Se supone que
yo no se nada" pensó angustiada Candy "debo ser más prudente sino
corro el riesgo de que me crean loca"
-
¿Él no es que... Candy? –le preguntó ahora Anthony.
-
Perdón tía, pero al llamarlo así, yo me imagino a un hombre tan
viejo que parece que esta a punto de morir.
Los muchachos
rieron al oír la ocurrencia de Candy, pero la tía Elroy no se lo
tomó tan en gracia ¿acaso esa chiquilla sabía algo? y si lo sabía
¿cómo se había enterado? Entonces se percató que sus nietos la
veían, así que tomó aire y continuó.
-
No niña, el tío William no esta a punto de morir – le dijo
suavizando el tono – le agradará saber tu preocupación. Como les
iba diciendo, hemos tenido una larga platica acerca de su futuro y
él cree prudente enviarlos a un colegio a estudiar.
-
¿Quiere decir que ya no estudiaremos aquí? – preguntó Archie con
una sonrisa en el rostro.
"Cielos esto
no había pasado antes" pensó Candy "Pensé que me había enviado a
estudiar a Inglaterra porque extrañaba a Anthony"
En ese momento
Candy se sintió un poco agobiada, definitivamente haber cambiado
algo en el pasado le traía para vivir una vida totalmente nueva.
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