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Fic Luces 01


1. Luces de Año nuevo
  
Los años habían pasado tan rápidamente después de la Guerra, corría el año de 1919, esa noche comenzaría el año 1920. La excitación por parte de los pobladores de cada ciudad en el mundo era grande, por primera vez en muchos años podían celebrar en paz y con más ánimos porque en muchas partes de Europa la reconstrucción estaba resultando efectiva. Sin embargo para muchas familias seguía siendo una fiesta en la que recordaban a aquellos que habían caído en la Guerra. La ciudad de Chicago no era la excepción de estas celebraciones. 
En un departamento que daba a una de las avenidas principales, el silencio contrastaba con el bullicio que se vivía afuera, era un departamento pequeño pero bastante bien arreglado, los muebles eran de muy buena calidad, aunque no ostentosos, cualquiera hubiera dicho que el apartamento estaba vacío, pero en uno de los pequeños cuartos una lámpara estaba prendida, una linda mujer de pelo rubio escribía afanosamente en un diario, el pelo le estilaba, era obvio que acababa de tomar un baño. El aroma de rosas de las sales del agua de la tina inundaba la habitación.  
Cuando una pequeña gota de agua cayó sobre uno de sus brazos se dio cuenta de que el pelo todavía no estaba completamente seco, volvió a tomar la toalla que estaba sobre una silla y se la pasó por el pelo. Respiró profundamente y cerró el diario. Miró por la pequeña ventana que daba hacia la calle.
 - Esta anocheciendo – dijo al tiempo que miraba el reloj despertador que estaba sobre el buró. 
Las manecillas del pequeño reloj estaban marcando las seis de la tarde, hacía ya varios meses que estaba anocheciendo muy temprano, el invierno había entrado con mucha anticipación, las calles estaban cubiertas de nieve y el frío era intenso, la muchacha sonrió al verse en un ambiente cálido gracias a la calefacción. Salió del cuarto y encendió la luz de la sala, se estremeció un poco porque en la sala el frío se dejaba sentir más que en su cuarto, así que casi corriendo tomó un sobre que estaba sobre la mesa del comedor y regresó a su cuarto. Se sentó en la cama y observó el sobre como si nunca hubiera visto uno. 
"Señorita Candice White Andley" se leía en la parte trasera del sobre, leía una y otra vez como para querer constatar que iba dirigido a ella. Después de leerlo por quinta ocasión lo abrió delicadamente y sacó la invitación que contenía el sobre, era una invitación hecha en papel negro con letras doradas, un listón en forma de moño la cerraba, con mucho cuidado la desató, era obvio que lo había hecho bastantes veces. 
"Fiesta de Año nuevo" Decía en letras grandes, el resto de la información aparecía en letras pequeñas pero igualmente doradas. La invitación era para esa noche, pero todavía Candy no estaba decidida a si iría o no.  
Miró el ropero abierto, un hermoso vestido verde oscuro colgaba de un gancho, lo había adquirido hacía varios días, de hecho un día después de que había recibido la invitación, pero aunque lo había comprado no se había decidido, estaba en sus pensamientos cuando el timbre del teléfono que estaba en la sala la despertó de los mismos. Candy se levantó de la cama y corrió a contestar, tomó el teléfono con una mano y con la otra se acercó el auricular, sostenía a una pequeña distancia la bocina para que su voz no resonara al otro lado del teléfono. 
-          Hola Candy – le saludó la voz de Annie – Quería preguntarte si querías que Archie y yo pasáramos por ti.
-          Hola Annie – contestó un poco pensativa – La verdad es que no se si voy a ir o no.
-          ¿No quieres ir? – dijo una voz un tanto alterada – Candy, me habías dicho que ya habías comprado vestido.
-          Si, lo se, pero no se si sería una buena idea – contestó Candy – Me imaginó que toda la familia Andley estará allí...
-          Pues si, creo que todos van a asistir, pero Candy pensé que ya lo habías superado.
-          ¿Cómo podría haberlo superado? – dijo Candy con la voz un tanto quebrada – Hay días que solo pienso en eso.
-          Candy tienes que ir – le dijo en susurros.
-          ¿Porque hablas tan bajito? – le preguntó Candy
-          Esta aquí.... – le dijo Annie – acaba de entrar junto con Archie.
-          ¡Cielos! – dijo Candy muy desanimada
-          ¿Con quien hablas? – alcanzó a oír la voz de Archie por el teléfono.
-          Con Marcia Moore – se apresuró a decir Annie.
-          No te tardes mucho, necesito usarlo – Mencionó Archie.
-          Annie, creo que debo colgar, no quiero meterte en problemas – Dijo Candy algo triste.
-          No lo haces, - dijo Annie ya con una voz más normal, aunque pausadamente ya que estaba escogiendo las palabras más prudentes para decirlas. – la verdad me gustaría verte allí.
-          Se que lo que dices es de todo corazón, pero no creo que ir sea tan buena idea después de todo lo que ha pasado. Espero que ustedes la pasen muy bien... 
Candy colgó el teléfono, y regresó a su cuarto, se sentó en la cama y miró de nuevo el hermoso vestido verde, "¿Para que lo compre?" pensó desanimada Candy, "con lo que me costó podría haber comprado comida para un mes".  
Candy recordaba el torbellino en el que se había visto su vida en los últimos años, ella acababa de cumplir los veintiún años, seguía practicando como enfermera,  y ahora vivía sola... 
Cuando supo que Albert era el tío William se fue a vivir a la Mansión Andley por un tiempo, pero su carácter independiente y su poco intereses en los modales hizo que ella tuviera problemas fuertes con la tía Elroy, que a pesar de estar sumamente agradecida por lo que había hecho por Albert, seguía culpándola por la muerte de Anthony.   
Así pues había regresado a vivir al Hogar de Ponny, lo sentía mucho porque estando allí no veía tanto a Albert, pero como el siempre estaba tan ocupado, sentía que de nada serviría estar en la Mansión si sólo lo podía ver unos minutos al día. Mientras estuvo en el Hogar cuidó a los niños y ayudó a la Señorita Ponny y a la Hermana Maria en su ardua labor. Para entonces Estados Unidos se había unido a la guerra y Candy se había enlistado para ir al frente. 
Ahora Candy daba gracias a Dios de que no le hubiera pasado nada, había estado en un Hospital pero no había llegado a estar en el campo de batalla. Sin embargo su labor en guerra le había traído una condecoración y un trabajo seguro en un Hospital de Chicago. De esta manera se había regresado a vivir a Chicago a un departamento cerca del Hospital, en ese entonces la ciudad crecía a pasos agigantados y la población había crecido mucho.  
Fue entonces que Albert había comenzado a frecuentarla pero sus intenciones habían sido amorosas, ella le había comenzado amar poco a poco, sin embargo parecía que el destino le tenía un camino distinto, por tercera vez en su vida, su felicidad de había vuelto una desgracia. La tía Elroy había puesto el grito en el cielo cuando se entero de que Albert pretendía a Candy, y haciendo uso de sus mejores artimañas, había comprometido a Albert con una chica perteneciente a la nobleza. Al final de todo Albert había accedido diciéndole Adiós a la dulce muchacha huérfana que es lo que ella había vuelto a ser, había repudiado el nombre Andley. Y su corazón se había vuelto a romper.  
Albert todavía no se casaba, pero Candy sabía desde el fondo de su corazón que ella no podría ser feliz con él, con la sombra de la tía Abuela siempre tras ellos, ¿acaso había hecho mal en pensar que podía convertirse en una gran dama?, Albert estaba por casarse con una muchacha que lo era desde su nacimiento. ¿Porque tenía que ser perseguida toda su vida con el estigma de no haber tenido padres? Mientras todo eso había pasado Candy comprendía tan bien a Annie, ella era hija de los Britter pero había tenido que hacer mucho para que la tía Elroy no la despreciara, y finalmente después de varios años ella y Archie se habían casado.  
Candy recordaba la última conversación que había tenido con la tía Elroy. 
-          Se que usted me culpa por lo que le paso a Anthony – le había dicho Candy – y quiero comprenderla y pensar que lo dice porque sufrió una gran perdida.
-          Así es. Cuando Anthony murió fue una de las peores perdidas que pude haber sufrido – le había contestado la Sra. Elroy.
-          Pero no puedo comprenderla – le había gritado Candy – Yo también lo perdí, y para mi fue mayor la pérdida. Él era todo para mi, como usted se ha empeñado en recordarme desde el momento en que pise la casa de los Andley, yo no soy más que una huérfana recogida por caridad. Y ahora le doy la razón. Yo nunca conocí el amor de una madre o de un padre, yo no los pude perder porque nunca los conocí, he perdido amigos una y otra vez, pero Anthony significaba más para mi que lo que significaba para usted, al perderlo a él yo perdí todo lo que tenía... ¿Puede usted comparar ahora?
-          Eres una impertinente, siempre lo has sido – le había contestado a todo eso cuando había podido recuperar el habla.
-          Si, soy una impertinente, pero no soy arrogante, jamás seré como usted quiere que sea, no puedo ser una Andley – le había respondido.
-          En eso tienes razón, jamás podrás ser una Andley, solo eres una muchacha huérfana – le había contestado con rabia.
-          Y que bueno que no quiero serlo, porque si quisiera serlo, jamás sería lo suficientemente buena para usted – le había dicho al tiempo que salía de la habitación y de la Mansión. 
Ni Albert con toda su ternura, habían podido borrar los malos tratos recibidos por los Andley. Aun recordaba las exclamaciones de los familiares cuando él les había dicho que se casaría con ella. Recordaba como Archie la había apoyado, pero como toda la familia que un día le había dado la bienvenida le había dado la espalda, su bienvenida había sido falsa, y ella lo había tenido que aprender de la peor forma. 
Ahora estaba en medio del cuarto, a unas horas de que empezará otro año más, veía la invitación, y en ese momento la odió, la aventó lejos de ella. 
-          Yo no soy Candice White Andley – dijo con rabia – Soy Candy White. 
Unas lágrimas recorrieron sus mejillas, miró hacia fuera con los ojos empañados había dejado de nevar... se acercó a la ventana y alcanzó a ver una estrella muy brillante  Candy recordó los juegos de ella y de Annie cuando eran pequeñas así que cerró sus ojos y pidió un deseo. 
Después de hacerlo regresó a su cama, se puso su camisón para dormir, la noche vieja estaba por terminar, nunca en su vida se había sentido tan sola, alcanzó a oír la primera campanada, la segunda y así sucesivamente... El nuevo año había llegado. Candy de repente se sintió muy cansada, así que acostó para poder dormir.



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