Te veo
con el corazón.
Por Valky Isarose
“Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para
los ojos.”
Antoine de Saint-Exupèry.
1900-1944. Escritor francés.
CAPITULO 5
Un regalo muy especial
Albert decidió ir a pasar unos días en Lakewood para prepararse
para su presentación, estaba en su despacho cuando escuchó que
llamaban a la puerta.
–Soy yo Señor William—dijo George asomándose discretamente.
–Pasa George, pensé que no vendrías por aquí en estos días.
—comentó Albert mientras leía unos papeles.
–Así es señor pero sucedió algo inesperado, la señorita White
quiere hablar con usted. —le dijo acercándose hasta el
escritorio.
–¡¿Qué?! ¿Candy está aquí?—preguntó Albert tan sorprendido que
dejó los papeles que revisaba y se puso de pie.
–Sí, se encuentra abajo en el salón principal. –contestó George
nervioso pero contento.
–¿No le habrás dicho que…?—se apresuró a indagar Albert pensando
que Candy ya se había enterado de lo de Anthony.
–No, ella viene por otro asunto relacionado con los Leagan.
–Está bien, dile que pase, creo que ha llegado el momento.
George se retiró y Albert volvió a sentarse, dio vuelta a la
silla para observar el jardín desde la ventana.
–Qué bueno que hoy no viene Anthony pues le toca chequeo en el
hospital, si Candy lo hubiera encontrado en el jardín no sé qué
hubiera pasado, tengo que prepararla antes de que lo vea. –Pensó
Albert. En eso estaba cuando escuchó como la puerta se abría a
sus espaldas.
–Tío Abuelo, soy Candice White, su hija adoptiva. —dijo la
recién llegada.
Albert se dio la vuelta y pasada de la sorpresa inicial le
explicó a Candy porque él fue nombrado tío abuelo, porque la
adoptó y por supuesto, el porqué no le había dicho nada. Candy
comprendió y ya más tranquila le contó que los Legan habían
dicho que se tenía que casar con Neal por orden del tío abuelo y
que por eso había ido a buscarlo. Albert se dio cuenta que le
habían puesto una trampa y le dijo que dejara ese asunto en sus
manos y que se fuera a pasar una temporada al Hogar de Pony para
olvidar toda preocupación. Candy se fue al Hogar muy contenta
pues se acercaba su cumpleaños y quería celebrarlo ahí con todos
sus amigos.
Al cabo de unos días se realizó la presentación de la cabeza de
la familia Andley en la gran mansión de Chicago a donde, para
sorpresa de los Leagan, Candy fue invitada personalmente por la
tía abuela Elroy, pues al darse cuenta del engaño de los Leagan
y agradecida por haber cuidado de Albert finalmente la aceptó en
la familia.
Después llegó el cumpleaños de Candy, ella organizó una fiesta
con todos sus amigos, precisamente como siempre había deseado y
claro que en el Hogar de Pony. Ese día Candy estaba muy feliz,
subió corriendo a la Colina, vio las rosas que ahí florecían y
recordó a Anthony.
–¡Oh Anthony! Aún estás en mi corazón, nunca te olvidaré.
—exclamó con nostalgia.
Sacó el broche del príncipe, empezó a recordar cuando lo conoció
y como la había consolado al verla llorar: “Te ves más linda
cuando ríes…” Sus recuerdos se mezclaron con la realidad al
escuchar el sonido de una gaita. Vio a lo lejos que alguien se
aproximaba vestido con el tradicional traje escocés. Candy
reconoció de inmediato la melodía que tocaba, no había duda, era
el “Príncipe de la Colina”… ¡Por fin lo volvería a ver después
de tanto tiempo!
–¿Seguirá siendo tan parecido a Anthony? –Pensó llena de
emoción, si era así, sería como volver a ver al dulce chico de
las rosas.–¡Albert! —exclamó al reconocerlo, mientras en su
mente iba atando cabos – ¡Albert es el tío abuelo y también es
el “Príncipe de la Colina”! ¿Pero cómo no me di cuenta antes,
sobre todo por el gran parecido que tiene con Anthony? Debí
darme cuenta en cuanto lo vi sin barba y sin lentes oscuros.
¡Qué tonta! ¡Cómo no se van a parecer, si Anthony es sobrino de
Albert! …Claro que en ese entonces yo no lo sabía, además
siempre lo he visto sólo como amigo, nunca me di cuenta de lo
atractivo que es y por lo tanto nunca me pasó por la mente que
pudiera ser el príncipe.
–Hola Candy—saludó Albert muy sonriente, sacándola sus
pensamientos.
En eso, allá a lo lejos, Candy vio a sus demás amigos llegar
para la fiesta, bajó corriendo por la colina al patio principal
del Hogar de Pony, donde ya todo estaba listo para la
celebración.
–¡Vamos, Albert! ¡Ya llegaron Archie, Annie, Tom y Jimmy! —gritó
ya colina abajo, mientras Albert la seguía tocando la gaita.
Ahí rodeada de sus amigos se sentía tan feliz como hace mucho no
se sentía, ya había superado el rompimiento con Terry, le
deseaba lo mejor al lado de Susana y en su carrera como actor.
Además ya podía recordar a Anthony y Stear con alegría y
esperaba volver a ver a Patty muy pronto. Al terminar la reunión
ya por la tarde, Albert esperó ser el último en despedirse pues
quería platicar un momento con Candy. Necesitaba decirle la
verdad acerca de Anthony.
–Candy, te ves muy feliz. —comentó Albert.
–Lo soy, Albert, lo soy. —dijo la chica con una gran sonrisa.
–¿No sientes que te hace falta algo, alguien?
–Albert…–Candy soltó un suspiro antes de continuar– Bien sabes
que siempre extrañaré a Anthony pues ha sido la persona que más
he amado, pero me he prometido ya no estar triste sino feliz y
agradecida por haberlo conocido. Siempre me hará mucha falta,
siempre.
–Candy, si tuvieras la oportunidad de volver a verlo, ¿qué
harías?
Después de unos momentos de silencio debido al nudo que tenía en
la garganta al evocar los momentos al lado de Anthony, Candy por
fin contestó:
–No desperdiciaría un sólo instante para demostrarle cuanto lo
amo. Cuando él estaba a mi lado se lo dije pero siento que no se
lo demostré lo suficiente, el hizo tanto por mí y yo tan poco
por él. Pero, ¿a qué vienen todas estas preguntas ahora?
–Este…–Albert titubeó –Ya me tengo que ir, pero mañana vendré,
pues tengo un regalo de cumpleaños muy especial para ti.
–¡Dime que es Albert, por favor! —exclamó Candy emocionada,
recuperando su alegría de siempre y comportándose como la niña
de coletas que hasta hace poco era.
–Mañana lo sabrás —dijo Albert misteriosamente, subiendo al
coche, donde lo esperaba George.
–Hasta mañana, Albert. —¿Qué será ese regalo? ¿Por qué no me
quiso decir? Sin duda a Albert le encantan las sorpresas.
—Pensaba Candy con una sonrisa de oreja a oreja.
En el coche rumbo a la mansión de Lakewood…
–George, necesito que le digas a Anthony que venga mañana a
verme pues deseo comunicarle algo muy importante. Dile que me
espere en el jardín de las rosas, saldré temprano pero espero
regresar antes del mediodía.
–¡Qué bien! El joven Anthony estará feliz de estar aunque sea un
rato en el jardín de las rosas. Hace días que la tía abuela le
dijo que no podía venir pues Candy te visita y puede
reconocerlo.
–Dile que no se preocupe por eso—dijo Albert con una enigmática
sonrisa.
–Señor William, por lo que veo, algo trama—comentó George
mirándolo por el retrovisor.
–Espero que todo salga como me lo imagino, de esto depende la
felicidad de las dos personas más importantes para mí.
–Entiendo—dijo George también con una sonrisa en el rostro.
A la mañana siguiente Candy ya esperaba ansiosa a Albert, ya
quería saber cuál era el regalo tan especial que le prometió el
día anterior. La señorita Pony y la hermana María ya habían dado
el desayuno a los niños del Hogar y pronto salieron al patio a
jugar. Al poco rato, se escuchó un auto que se detenía, eran
Albert y George.
–Hola Albert, George ¿Cómo estás?—les saludó Candy al salir a
recibirlos junto con la Señorita Pony y la Hermana María.
–Hola Candy. Buenos días –dijo Albert dirigiéndose a las otras
dos mujeres.
–Buenos días, Señorita Candy. Buenos días señoras. —Saludó
George.
–Buenos días. ¿Gustan tomar algo, un té o un café? —les ofreció
la señorita Pony al entrar. La Hermana María les indicó donde
sentarse.
–Disculpen que hayamos venido tan temprano. —dijo Albert
sentándose con George y Candy en un sillón frente de ellas.
–No hay problema señor Albert. Debe ser por algo importante.
—señaló la hermana María.
Ya estando todos sentados, Candy ya no pudo más y dijo:
–Bueno, Albert ¿ya me vas decir cuál es el regalo sorpresa?
–¿Lo traes en el auto? —Candy se puso de pie para mirar por la
ventana.
–No, no lo traigo conmigo, lo deje en Lakewood. Recuerdas lo que
hablamos ayer cuando nos despedimos —dijo Albert poniéndose de
pie.
–Sí, hablamos de Anthony. —comentó Candy intrigada.
–Bueno, el regalo que te prometí tiene que ver precisamente con
Anthony. Tengo que decirte algo muy importante. —continuó Albert
aproximándose a ella.
–¿De Anthony? —dijo Candy sintiendo su corazón latir más de
prisa. Presentía que Albert le diría algo que cambiaría su vida.
–Candy…Anthony…
–¿Qué pasa Albert?—preguntó Candy nerviosa.
–Anthony…no murió al caer del caballo como todos pensábamos…
Anthony…Él está vivo pero…
–¡¡¡¿Anthony está vivo?!!!—Candy sintió que se le movió el piso,
las imágenes se tornaban borrosas por las lágrimas que
comenzaron a escapar incontenibles de sus ojos, se le doblaron
las rodillas, estaba por caer cuando Albert la sostuvo y junto
con George la ayudó a sentarse.
–¡Está vivo! ¡Anthony! ¡¡¡Mi Anthony está vivo!!!—repitió Candy
tratando de asimilar la noticia. Reía y lloraba al mismo tiempo.
Sentía volverse loca de felicidad. Todos la observan conmovidos.
–Sí Candy, Anthony mi sobrino está vivo, perdóname por no
decírtelo antes, pero me enteré justo antes de irme a África y
luego no pude decirte nada hasta ahora.
–Claro Albert, tú no tienes la culpa, hasta hace poco
recuperaste la memoria. Lo que importa es que él está vivo, pero
dime ¿cómo está? ¡¿Dónde?! ¡Quiero ir con él, quiero verlo otra
vez! —Candy se levantó abruptamente e hizo el intento de salir
pero Albert la detuvo para calmarla.
–No te preocupes, está bien pero… debido al golpe que recibió en
la cabeza… perdió la vista…
–Entonces él me necesita, por favor Albert llévame con él. —dijo
Candy con angustia y mirada suplicante.
–Anthony no sabe que he venido, de hecho no quería que te
enteraras hasta recuperarse totalmente pues teme que vayas a él
por lástima.
–No yo no haría eso, yo lo quiero… yo quiero ayudarlo. Dime,
¿Tiene probabilidades de volver a ver?
–Sí pero están en un 50%, como puede volver a ver puede no
hacerlo nunca.
–Pero dime, ¿cómo fue que paso todo? ¿Quién lo ocultó todo este
tiempo?—
–La tía Elroy al verlo tan grave, en estado de coma decidió
ocultar que aún vivía, pues los médicos no le daban esperanzas
de que despertase y que si lo hacía podría tener terribles
secuelas. Meses después Anthony despertó, la tía le aviso a su
padre y a mí.
–Entonces, ¿Dónde está? ¿En Lakewood?– preguntó un poco más
tranquila pues sabía que si quería ayudar a Anthony tenía que
controlarse.
–Así es, lo cité en la mansión para hablar con él. En este
momento ya debe haber llegado allá.
–¡Llévame Albert, llévame por favor, necesito verlo!
–Claro, vamos George.
–Sí señor William –dijo George adelantándose afuera para
encender el auto.
–Señorita Pony, Hermana María regreso por la tarde.
–Qué Dios te acompañe, Candy. —le dijo la señorita Pony.
–No temas, todo saldrá bien. —agregó la hermana María.
Albert ayudó a Candy a subir al coche y partieron rumbo a la
mansión, en cuyo jardín estaría ya esperando Anthony.
Eran cerca de las diez de la mañana cuando llegaron al portal de
las rosas, Candy no había hablado en todo el camino, aun no
podía creer que vería otra vez a Anthony
No hay comentarios.:
Publicar un comentario