Te veo
con el corazón.
Por Valky Isarose
“Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para
los ojos.”
Antoine de Saint-Exupèry.
1900-1944. Escritor francés.
CAPITULO 4
Regreso al jardín de las rosas
Al día siguiente muy temprano, Anthony partió rumbo a Lakewood,
al llegar pidió al chofer regresar por la tarde.
En cuanto entró por el portal, pudo percibir el aroma de sus
amadas rosas, se sentía otra vez en casa. Se agachó para olerlas
de cerca, inmediatamente encontró las “Dulce Candy”, cortó una y
la acercó lentamente a su rostro.
–Candy…como quisiera regresar el tiempo y estar juntos otra vez
aquí…Cuando me dijiste que me amabas. – Dijo en el instante que
sus ojos dejaron escapar una lágrima que cayó sobre la rosa que
sostenía en las manos.
Después de un rato de perderse en sus pensamientos y en el suave
perfume de las rosas decidió recorrer la casa. Entró, subió las
escaleras y pudo llegar hasta el que fuera su cuarto. Conocía
esa casa y sus alrededores como la palma de su mano. Sintió un
ambiente fresco y limpio, seña de que no habían descuidado la
casa, todo estaba intacto. Abrió el cajón del buró junto a su
cama y encontró en un doble fondo, entre otras cosas, la moneda
que guardó como recuerdo aquel día que se escapó al pueblo con
Candy. En su rostro se dibujó una dulce sonrisa al evocar tan
bellos recuerdos. Dejó todo en su lugar y salió para seguir
recorriendo esa casa que tan lindas memorias guardaba para él.
Desde ese día iba a Lakewood cada que podía, las rosas parecían
haberlo extrañado durante esos años que duró su ausencia pues
ahora al sentir nuevamente su presencia y sus cuidados florecían
más bellas que nunca.
Una mañana que estaba hincado aflojando la tierra con sus manos
para no lastimar las raíces de los bellos rosales, escuchó unos
pasos que se acercaban.
–¿Quién anda ahí? –Preguntó con algo de preocupación pues temía
haber sido encontrado por alguien que lo pudiera reconocer.
–Soy yo, Albert, me dijo George que estabas aquí.
–¡Tío has vuelto!—gritó Anthony con alegría y dando un suspiro
de alivio por no haber sido descubierto se puso de pie casi de
un salto. Albert le dio un fuerte abrazo. —Oh, perdona si te
mancho de tierra, ya sabes que no me gusta usar los
guantes—agregó sonriente.
–No te preocupes, no está la Tia Elroy para inspeccionarme la
ropa —dijo Albert mientras ambos reían felices por volver a
encontrarse –Estoy tan contento de recobrar mi pasado querido
sobrino, dime… ¿Cómo sigues? ¿Te has recuperado ya? —lo tomó del
brazo para hacerlo sentarse a su lado en una de las bancas del
jardín.
–Bueno, aun no recupero la vista pero si las ganas de vivir y
seguir adelante. Puedo hacer casi todo lo que hacía antes, he
continuado con mis estudios y decidí estudiar Administración
para poder ayudarte algún día en los negocios. También me
gustaría dedicarme a la docencia y me preparo para ello, por lo
pronto enseño a leer y escribir en braille en el instituto donde
yo aprendí.
– ¡Anthony, estoy muy orgulloso de ti!—exclamó Albert emocionado
mientras miraba maravillado las rosas que florecían tan bellas
como cuando las cuidaba Pauna.
–Gracias tío. Ahora, dime ¿qué vas a hacer? ¿Ya sabe Candy quién
eres realmente? —Anthony no podía esperar para saber cómo estaba
ella, lo que pensaba, sus sentimientos, todo.
–No, no me atreví a decirle. No supe cómo. Tengo tantas cosas
que explicarle. ¿Y tú cuando piensas volver a ocupar el lugar
que te corresponde? –le regresó la pregunta Albert.
–La tía abuela ya tiene todo listo pero decidimos esperar a que
tú volvieras, pues antes que nada se tiene que anunciar a la
cabeza de la familia. —contestó Anthony algo titubeante.
–Eso me sonó a pretexto… ¿No será que tienes miedo de la
reacción de Candy cuando lo sepa? ¿Qué te reproche el haberte
mantenido alejado de todos? —dijo Albert enfrentándolo a sus
sentimientos.
–Tal vez tío, pero temo más a su olvido. A que yo ya no le
importe más que como amigo. —agregó el más joven de los Andley.
–Bueno, es lo más probable sobrino, pues han pasado cinco años y
tantas cosas. Pero yo estoy seguro que se pondrá feliz de volver
a verte, ella aún tiene un lugar especial para ti en su corazón.
—aseguró Albert.
–Claro, para ella soy sólo un bello recuerdo pero un recuerdo al
fin y al cabo. Parte del pasado. —comentó Anthony lleno de
nostalgia.
–De ti depende que eso cambie, que seas para ella una realidad
parte de su presente y quien sabe, tal vez de su futuro. —lo
animó su tío dándole una palmadita en la espalda.
–Pero en su presente está Terruce Granchester. —agregó Anthony
con los celos a flor de piel.
–Te equivocas sobrino, él ha quedado también en el pasado. Hace
tiempo que se separaron. —dijo Albert sonriendo al saber el
efecto que esa noticia causaría en su querido sobrino.
Anthony sintió su corazón lleno de alivio y alegría, Terry ya no
era un obstáculo en el camino que lo llevaría de vuelta a Candy.
Una gran sonrisa llena de esperanza se dibujó en su rostro.
–¿Y el “Príncipe de la Colina”? —preguntó con más curiosidad que
celos– supongo que ya debes saber que eres tú, que así te llamó
Candy cuando te vio la primera vez y no supo tu nombre.—
–Sí, lo sé pero ella aún no. En este caso el “Príncipe” si es
sólo un recuerdo de sus infancia. —contestó Albert con
naturalidad.
–No puedo regresar a su vida hasta saber si los sentimientos de
Candy hacia ti cambian al saber que tú eres aquel muchacho que
ha buscado siempre.
Con esto, en realidad lo que quería saber Anthony era si los
sentimientos de Albert hacia Candy seguían siendo los mismos de
antes o si tenía un nuevo y digno rival ante sí.
–¡Vamos, no pongas más pretextos y regresa ya sobrino! —bromeó
Albert al verlo tan serio. Ambos rieron y Albert continuó. –No
tienes de que preocuparte, ella y yo nos queremos pero sólo como
hermanos, ya te había contado esto alguna vez, en ella yo
encontré a Pauna, y ella en mí al hermano mayor que no tuvo, un
confidente que siempre ha estado a su lado. De hecho, fue así
como vivimos todo este tiempo en Chicago, como hermanos y es por
eso que sé que ella aun te quiere.
Albert que conociendo tan bien a su sobrino supo de inmediato
aclarar las cosas y quitar esa barrera que Anthony quiso poner
al creerlo un rival de amores. Anthony sintió que le volvía el
alma al cuerpo, si Candy y Albert se hubieran enamorado entonces
sí que él no tendría ya nada que hacer.
–Tío, perdóname por desconfiar de ti, pero a veces soy muy
inseguro. Yo no era así, ese accidente me cambio la vida.
Quisiera ser el mismo de antes. —comentó Anthony un poco
desesperado.
–No tengo nada que perdonarte, claro que eres el mismo de
siempre…No, eres mejor que antes, date cuenta de todo lo que has
logrado. Estudias, trabajas, eres independiente y sobre todo
eres un buen hombre, de verás que es un orgullo para mí que seas
mi sobrino y por eso quiero que recuperes lo que aun te falta.
Entonces, dime ¿regresarás después de mi nombramiento?
–Sí, pero sólo si para ese entonces ya he recuperado la vista.
—declaró el joven en tono decidido.
–Pero Anthony, no entiendo para que esperar más. Hay mucha gente
que te quiere y se pondrá feliz de verte de nuevo. Que te van a
apoyar en todo —insistió Albert.
–Lo sé, pero sabes, a veces pienso que ya me olvidaron y que si
regreso sólo se acercarán a mí por compromiso o lástima. Eso es
lo que quiero evitar sobre todo con Candy. No quiero despertar
en ella lástima en vez del amor que yo quiero. El amor que un
día fue sólo mío… Recuerda tío que en el hospital me prometiste
no decirle nada.
–Pero Anthony y si no…
–Si no vuelvo a ver entonces me iré definitivamente de aquí, sin
que ella se entere, me iré con mi padre a otro país. No tengo
derecho a perturbarla, ya bastante ha sufrido.
–Está bien, Anthony—dijo Albert no muy convencido. Ya se le
ocurriría algo para convencerlo. Anthony tenía que recuperar su
vida a como diera lugar.
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