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Navidad con los Andley


Por Alejandra Maraveles
Y otro año más ha transcurrido y estoy el día de hoy frente a la residencia de los Andley, donde están dando su tradicional baile de gala de Navidad, toda la alta sociedad de Chicago esta aquí, los carros llegan hasta el valet parking y se apean de los automóviles para llegar hasta el umbral de esta majestuosa mansión.
 
Como bien saben, gracias a nuestras conexiones con la familia Andley pudimos conseguir invitaciones. El fino papel de lino, atado con un lindo listón dorado que es tan cotizado como cualquier boleto para una final de fútbol o entrada para un concierto de un cantante de moda. Esta en mi mano, se la muestro al guardia quien me conoce de algunas otras ocasiones en que he estado en la mansión de los Andley. Me sonríe levemente.
 
Entro con esa ligera emoción que siempre me embarga cuando entro a ese lujoso edificio, se ve al mayordomo que esta recibiendo a los invitados, y aunque me he vestido con mis mejores ropas, estas se ven eclipsadas por los ostentosos vestidos que utilizan las demás mujeres asistentes al evento. Lo que no me preocupa mucho, parte de ser reportera es la de poder ser a veces algo invisible. El recibidor esta iluminado por el gran candelabro de cristal de Murano que mandó traer uno de los antepasados de los Andley desde la isla Italiana. Los destellos que emite la luz al pasar por los múltiples cristales le da al amplio salón fuera de lo que pudiera pensarse por su gran tamaño, una apariencia acogedora.
 
La gente reunida allí parece toda conocerse, yo soy como una intrusa en medio de esta gran familia, trato de pasar desapercibida y me traslado hasta la parte más lejana de la puerta, cerca de una de las escaleras de mármol que pueden esconderme de la vista del resto de asistentes. Busco con la mirada a cualquiera de los anfitriones pero no consigo ver a ninguno de ellos, al fondo se comienza a escuchar el ritmo de una conocida canción navideña, es bien conocido que los Andley contratan a la orquesta de Chicago y a un coro para que cante en la fiesta. La gente que atestaba el recibidor empieza a pasar al salón de bailes, en una ocasión el joven Cornwell tuvo el honor de mostrármelo, y aunque estaba vacío y prácticamente sin ningún adorno pude percatarme de su belleza. Espero pacientemente a que el recibidor quede prácticamente vacío, ya ha dejado de ser el centro de atención, y se ha convertido en una habitación de paso, un desperdicio para el magnífico candelabro que apenas y notan los invitados conforme van pasando sin siquiera darle un vistazo a los deslumbrantes colores que despide.
 
Mientras espero veo a L, D, P, esos ricos que se han convertido en celebridades gracias a diversos escándalos y programas de TV, sin embargo no les presto atención, no es por ellos que estoy allí parada. Los dejo pasar de largo y después miro hacía las escaleras. En la última ocasión que estuve allí me invitaron a pasar a la planta alta y ver las lujosas habitaciones. Algo que aún me hace sentir emocionada, los Andley no son de ese tipo de personas que les gusta estarse exhibiendo. El mayordomo me mira con recelo, quizá piensa que estoy tratando de colarme, así que me decido a seguir a los demás invitados.
 
Entro al salón… y quedo impresionada, un alto árbol esta acomodado al lado de la orquesta, sin embargo aunque es enorme, se ve pequeño en comparación con el tamaño del salón. Hay mucha gente, deben ser alrededor de quinientas personas, no obstante se sigue viendo amplio, las guirnaldas acomodadas artísticamente sobre las ventanas y las puertas le dan ese toque festivo, eso sin contar la mesa que muestra las botanas y bocadillos, y los centros de mesa de las 50 mesas que están acomodadas a lo largo del salón, y es cuando recuerdo, en la invitación indica que mesa es la que le corresponde a cada invitado. La he mirado muchas veces y aunque he visto el número de la mesa no logro recordarlo, me siento muy nerviosa, mi mente se ha puesto en blanco. El hostess me mira con un poco de impaciencia, yo saco de mi pequeño bolso la invitación y se la muestro, en ese momento cambia su expresión y me obsequia su mejor sonrisa. “Sígame” me indica con amabilidad, y yo trato de seguirlo, y veo que va por el medio del salón, yo habría preferido que caminara por la pared para pasar desapercibida, me molestan un poco las miradas de quienes se han dado cuenta de mi presencia. Bajo la cabeza pero sin perder los pies de quien me guía, se que mi cara se esta poniendo colorada. Me molesta esa parte de mí, a veces me sonrojo por cosas sin importancia, y siento arder mis mejillas pero no puedo controlarlo, justo con ese momento que me están llevando por la mitad del salón.  “Este es el lugar” me dice el hostess y yo simplemente balbuceo un simple “gracias”, me siento y comienzo a esperar que se me baje el bochorno, y aunque todavía miro hacía abajo se que la mesa a la que me he sentado esta vacía, eso me molesta un poco, ¿acaso me llevaron hasta la mesa del rincón donde nadie se quiere sentar? Pero luego recapacito, ellos han pagado la entrada y yo no… todo el dinero recaudado es para beneficencia, es donado para hospitales, orfanatos y asilos.
 
El año pasado acompañé a los Andley a una de las entregas de juguetes, ropa y comida para uno de los orfanatos, en lo personal una de las mejores experiencias de mi vida, si no has visto a un niño llorar de alegría porque recibió el regalo que tanto le gusto, aunque quizá es simple, pero verlos con esa humilde ropa y ver que se alegran por algo que no es tan caro… si, te hace sentir una gran alegría, porque te das cuenta de que no necesitas gastar mucho dinero para hacer a alguien feliz. Pero me desvío del tema, se que no puedo sentirme enojada, ellos han pagado prácticamente lo que yo ganó en todo un mes solo para estar allí, así que respiro, mis mejillas ya no arden, eso quiere decir que el bochorno ha pasado. Levanto la mirada y veo que mi mesa difícilmente podría llamarse del rincón, para ser más exactos esta pegada a la pista de baile y demasiado centrada, aunque no quiero voltear la cabeza para constarlo se que personas muy importantes están sentadas a mi alrededor en las mesas vecinas. Sin embargo la curiosidad me embarga, quizá si doy una ligera mirada. Pero comienzo a vacilar y en eso la música se detiene, la gente voltea a la entrada principal del salón y es el mismo William Andley en persona que ha hecho aparición, detrás de él se ven a los demás miembros de la familia y amigos cercanos que siguen al Sr. Andley, quien se dirige hacía donde esta la orquesta, aunque al llegar cerca de la mesa donde estoy yo, voltean a verme y distingo a Archie que va acompañado por su prometida la elegante y hermosa Annie Britter. Al verme me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa, y entonces se sientan en la mesa en la que estoy y no puedo dejar de abrir los ojos por la sorpresa… ¡Me han sentado en la mesa principal!.
 
La tía Abuela de la familia se sienta casi enfrente mío, Anthony quien la escolta me saluda con un ademán y sonríe, al lado de Archie se sienta Stear y su novia Patty, al lado de Patty, la famosa chica adoptada por la familia Candy White a quien escolta el bien conocido actor Terry Grandchester, quien es muy buen amigo de la familia. Yo pienso que Anthony se sentara al lado de su tía, pero deja ese lugar vacío y para gran emoción mía se sienta a mi lado. “Que linda te ves esta noche” me dice, y antes de que pueda contestarle William comienza a hablar por el micrófono. Da un breve agradecimiento y presenta a la orquesta y al coro, invita a todos a bailar.
 
Si, el baile, la gran razón del evento da comienzo. Yo bajo la mirada, no soy muy buena con los bailes de salón, pero entonces veo la elegante mano, que aún sin ver la cara del dueño se que se trata de Anthony, mi corazón se acelera, otras parejas ya están en la pista cuando yo llegó allí tomada del brazo del joven Brown. La música suena y aunque se que yo conozco la canción, no recuerdo el nombre, no recuerdo nada, mi mente ha quedado en blanco de nuevo, solo puedo ver la cara sonriente del atractivo joven Andley.
 
Cuando me doy cuenta ya es hora de cenar, no se cuantas piezas bailé o cuanto tiempo transcurrió, ni siquiera me siento cansada, ni he notado que los zapatos nuevos me han comenzado a molestar, solo siento mucha emoción. Esta emoción en vez de desvanecerse por la cena la incrementa, el famoso pavo relleno hace su aparición. Los cubiertos de oro están preparados para que todos podamos comerlo, la salsa es exquisita, y la ensalada soberbia, todos hablan amenamente entre ellos, los chistes entre los hermanos Cornwell hacen reír al resto de la mesa, todos lucen elegantes en sus trajes y finos vestidos, se nota una gran cordialidad entre todos, y yo vuelvo a sentirme intrusa entre ellos, por un momento me gustaría desaparecer, pero entonces Anthony me mira y me pregunta si quiero más pavo, yo niego con la cabeza y él sonríe. El postre llega después, un rico pan de navidad, hecho con frutas secas que tuvo que ser preparado días antes para que tomara la suculenta apariencia que tiene, doy el primer bocado y prácticamente se deshace en mi boca, es uno de los postres más deliciosos que he probado.  Mientras comemos el coro no para de cantar, los bellos sonidos de las voces llegan a mis oídos, los villancicos llenan todo el lugar, aunque la gran mayoría de los comensales no prestan atención a los mismos, ellos platican de otras cosas, elevan más la voz para opacar al coro que canta con entusiasmo. Miro por la mesa, Stear los escucha con satisfacción y le dice a Patty “¿acaso no es lo mejor que hayas escuchado?” la chica a su lado asiente con la cabeza, y yo sonrío, se que no soy la única que escucha tan bellas melodías.
 
Después de la cena, llega otra tanda de baile, tengo la enorme fortuna de volver a bailar con Anthony, una pieza tras otra, vuelvo a perder la cuenta, nada importa si bailo con el bello dueño de esos hermosos ojos azules.
 

Finalmente la música termina, y yo estoy siendo acompañada hasta la puerta. “Nos veremos después” me dice Anthony, Archie se ha despedido ya de mí, al igual que Stear y Candy. Albert me dice “Gracias por venir” y yo asiento con la cabeza. Subo al carro, y voy camino a mi casa, son más de las 5 de la madrugada, el sol aún no sale pero no debe de tardar. Miro mis pies y comienzan a dolerme, en realidad los zapatos me han hecho algo de daño pero no lo noté mientras bailaba. Entonces veo que en el teléfono celular hay varios mensajes. Sonrío. Lily me estuvo mandando mensajes, y vuelvo a sonreír. Me había enojado mucho con ella por mandarme a cubrir el evento, ahora le doy las gracias. La he pasado de maravilla, y se que el próximo año no me enojaré porque me mandé a trabajar en Navidad… Ya que he pasado una de las mejores de mi vida.

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