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El mejor de los regalos.


Por Valky Isarose
A un día de celebrarse una Navidad mas, la ciudad de Chicago se preparaba para recibirla vestida con un gran manto blanquecino, regalo que para ella hilvanara especialmente el invierno ese año. Pero esa Navidad no seria una mas, seria especial para los chicos Andley que se encontraban muy aburridos encerrados en la lujosa mansión ya que esa noche asistirían a un baile que les ofrecía la alta sociedad como bienvenida pues acababan de regresar de Europa junto con la Tía abuela Elroy.
--Ya me canse de estar aquí sin hacer nada—dijo Archie.
--Pues ponte a hacer algo—le dijo Stear algo burlón.
--¿Algo, como que?—pregunto con fastidio.
-- Pues algo más que solo ver por la ventana y dar  vueltas como león enjaulado, mira    a   Anthony esta leyendo y yo tratando de hacer un nuevo invento.
-- ¡Ay no!, ya me canse de leer, casi todo el viaje de regreso la tía abuela nos puso a estudiar.
-- Si Archie tiene razón yo también estoy cansado, necesito salir—hablo al fin Anthony interrumpiendo su lectura.
-- ¿Anthony hablas en serio?—preguntaron los hermanos Cornwell al mismo tiempo.
-- Claro ¿Qué les parece si aprovechando que la tía no esta, nos escapamos un rato?
--Me parece magnifico, ¿pero a donde iremos sin dinero?—pregunto Archie.
--Para divertirnos no hace falta dinero, además si vamos a pasear por la ciudad la tía se enteraría enseguida-contesto Anthony.
--Si, tienes razón¿ y entonces?
-- Pues yo había pensado ir a  Lakewood
-- ¿A Lakewood?
-- Sí, quisiera ver como esta el jardín de las rosas.
-- Podemos ir en mi coche, así aprovecho para probar los neumáticos especiales para nieve que invente—dijo Stear emocionado.
--Me encanta la idea con tal de salir de este encierro me arriesgare a caer al lago congelado jajaja— dijo Archie.
--Archie no molestes, si no quieres ir no vayas. —le dijo Stear tomándolo por las solapas del traje.
--Basta no peleen entre hermanos.—
--Anthony tiene razón perdóname Stear.
-- Si claro hermano, ya debería estar acostumbrado a tus comentarios.
--Entonces que esperamos, pongámonos en camino para regresar antes que la tía Elroy.—los apuro Anthony.
Salieron sigilosamente para evitar que la servidumbre los viera y luego empujaron el coche hasta la calle para que no escucharan el motor al arrancar. Ya afuera:
--No quiere arrancar, debe estar muy fría la maquina—decía Stear intentando que el auto encendiera.
--Nada mas eso nos faltaba todo lo que hicimos para nada.
--Archie no empecemos otra vez, mejor ayúdame a empujar el coche para que Stear trate de encenderlo nuevamente—lo reprendió su primo.
--Esta bien pero más vale que esto arranque no voy a ensuciar mi abrigo por nada.
--¡Archie!—dijo Anthony ya algo enojado.
--Ya voy, ya voy. Que genio, ya cásate.
--¿Qué dijiste?
--No, nada jeje.
Por fin arranco y los chicos partieron rumbo a Lakewood, llegaron allá casi al medio día, el portal estaba cerrado por lo cual tuvieron que brincar la cerca.
-- Con cuidado esta muy resbaloso—les dijo Anthony al saltar.
--Ay ya me di cuenta—señalo Stear a punto de caer al bajar por el barandal.
--¿Como están los rosales Anthony?—pregunto Archie.
-- Muy bien cuidados, según veo el Sr. Whitman, jardinero de los Leegan recibió mi carta y los cubrió para evitar que se congelen.
-- De seguro florecerán hermosos en la próxima primavera—comento Stear.
--Si, eso espero. pues tengo varias especies nuevas que aun no florecen—
--¿Y ahora que hacemos, ya regresamos? Tengo frío —pregunto Archie.
--Quien te entiende, tú eras el primero que quería salir—le dijo Stear.
--No aun me falta hacer algo—
--¿Que cosa Anthony?
-- Pues una guerra de bolas de nieve—contesto aventándoles un montón de nieve en la cara a sus primos mientras corría a atrincherarse tras los rosales.
-- Ahora veras primito jeje—dijo Archie mientras hacia algunas bolas para lanzarle.
-- Pues apúrate Archie, sino vas a perder—dijo Stear lanzándole una bola tan grande que le tiro el gorro—
--Stear tu también, ahora veras me despeinaste—
 Cuando Anthony y Stear se reían al verlo  enojado por su peinado arruinado, Archie aprovecho su descuido y logro darle a su hermano en la frente cayéndole nieve en los lentes, por lo que no podía ver nada.
-- jajaja ahora te toco a ti Stear—reía Anthony sin parar.
Archie y Stear que ya había limpiado sus lentes cruzaron miradas traviesas como poniéndose de acuerdo y al ver a Anthony al descubierto recogieron nieve del suelo preparándose para el ataque. Anthony al no escuchar sus risas,  adivino sus intenciones  y salio huyendo hacia el fondo del jardín y sus primos tras el.
-- Ay  así no se vale, son dos contra uno jajajaja.
--¡Ahora veras! – dijeron los hermanos al unísono.
Al fin le dieron alcance, pero Anthony vendió cara la derrota para quedar al final todos contra todos. Terminaron con nieve hasta en las orejas pero felices.
El pálido sol que los alumbraba ya se estaba ocultando por lo cual los chicos se dieron cuenta que era hora de regresar a Chicago, brincaron la reja y subieron presurosos al coche.
--Apurémonos ya no tardan en regresar la tía, si es que no han notado  ya nuestra ausencia—les dijo Anthony.
--Yo creo que ya deben de haber ido con el chisme y debe estar esperándonos con un castigo ejemplar—comento Archie.
-- Si ya lo creo pero ha valido la pena ¿o no?—dijo Anthony.
--Si jeje pasamos un día muy divertido—opino Archie.
--Lamento interrumpir su plática pero necesito que empujen para poder arrancar—les pidió Stear.
--OH no, otra vez.
--jajaja con quejarte no ganas nada Archie, vamos a empujar antes de que se haga mas tarde.
El auto arranco, los chicos contemplaban el paisaje nevado y  las estrellas que empezaron a aparecer en el firmamento. A unos cuantos kilómetros de la ciudad a un lado del camino vieron la figura de un hombre que les hacia señas para que lo llevaran.
-- Miren parece un anciano, que andará haciendo por estos rumbos con este clima—señalo Stear a lo lejos.
--Si pobre, vamos a llevarlo a donde necesite—dijo Anthony algo apesadumbrado.
--Pero Anthony y si es un delincuente, además tenemos prisa y si se apaga el motor del coche tal vez ya no arranque—dijo Archie.
-- Correremos el riesgo, no podemos dejarlo aquí. ¿Que dices Stear?
--Yo estoy de acuerdo contigo vamos a ayudarlo.
--Esta bien vamos, al fin y al cabo vamos a terminar castigados—comento Archie al ver que ya eran mayoría.
Cuando bajaron, se dieron cuenta que no se habían equivocado se trataba de un hombre mayor que se encontraba demasiado cansado para seguir caminando pues cargaba un enorme costal a sus espaldas.
--Jovencitos, como pueden ver voy en camino a la ciudad de Chicago pero ya no puedo mas. ¿Serian tan amables de llevarme lo que queda de camino?
El anciano se veía tan desvalido y les inspiro tanta confianza que los chicos solo se miraron entre si y contestaron al unísono con una gran sonrisa:
--Claro que si.
Entre los tres ayudaron al anciano a subir el enorme costal a la cajuela del auto, si que pesaba, así que lo subieron con algo de dificultad. Luego Stear y Archie subieron adelante y Anthony ayudo a subir al viejito al asiento de atrás. Sorprendentemente esta vez el motor encendió al primer intento y no hizo falta bajarse a empujar.
--Uff que bueno que encendió, ya no quería empujar otra vez. Ya me imagino al viejo empujando también, quejándose, “buena ayuda me han dado”—pensaba Archie sin poder contener una risita que los demás escucharon.
--¿Qué pasa Archie?—pregunto Anthony.
--Nada solo pensaba que  bueno que encendió el auto.
--Ah si jeje  que pena si hubiéramos tenido que bajar al abuelo a empujar también.
--Cállense va a decir nuestro acompañante que el coche que construí no sirve.
--Pues si es creación tuya te felicito has hecho un gran trabajo—comento el anciano.
--Gracias pero la verdad tienen razón  hoy ha estado fallando mucho—contesto Stear algo apenado.
Luego de un rato en silencio, el hombre quiso cambiar de tema para no incomodar mas a Stear.
--Bueno chicos y ustedes que hacen por aquí, es víspera de Navidad deberían estar en casa con sus padres.
--Pues si, pero nuestros padres hace mucho que se fueron a radicar a un país muy lejano y nos dejaron con una tía—dijo Archie.
--Y el padre de Anthony nuestro primo viaja mucho por su trabajo y por eso vivimos los tres con tía Elroy—completo Stear.
--Su tía debe estar muy preocupada pues ya hace rato que anocheció.
--Si es verdad pobre tía, aunque a veces sea muy severa, yo se que es por que nos quiere mucho—dijo Anthony—lo que pasa es que a veces nos obliga a escapar para poder divertirnos, pues solo nos permite hacer lo que ella considera correcto y tiene muchas ideas equivocadas pero que espero poder cambiar algún día.
--Por lo que veo su tía los cuida y los quiere mucho, ténganle paciencia. En fin cuéntenme ya escribieron su carta a Santa Claus.
--¡¿Qué?!—contestaron los chicos soltando algunas risitas.
--Sí, su carta. ¿Que le pedirán? ya mañana es Navidad… Bueno en unas horas mas jeje.
--Pues la verdad ya estamos algo grandecitos para creer en esa cosas ¿no?—dijo Archie.
--Además la tía nunca nos da lo que pedimos.—Stear.
--Si pudiera ser cierto yo le pediría a Santa Claus que me trajera a mi padre de vuelta hace mas de un año que no lo veo—dijo Anthony algo triste.
Stear y Archie al ver a Anthony tan triste cambiaron su actitud y dijeron:
--Si Anthony, nosotros también pediríamos que nuestros padres vinieran a vernos, pero eso es imposible por mas que les hemos rogado en nuestras cartas no han podido venir— le dijo Stear.
--O no han querido—comento Archie.
--Vamos quiten esas caras largas, si tanto lo desean se les concederá ya verán.
--¿Usted cree?—le pregunto Anthony.
--Claro. Además aunque mucha gente no crea en Santa, lo cual comprendo pues es difícil pensar que alguien sea capaz de volar en un trineo mágico jalado por renos llevando regalos a los niños del mundo entero, pero es muy gratificante ver como se celebra el nacimiento del Salvador del mundo y ver reunidas a las familias por ese motivo.
--Si a pesar de todo nosotros seguimos esperando con ilusión la Navidad ya que es un motivo de alegría para toda la humanidad—dijo Anthony con una chispa de esperanza en la mirada.
--Que bueno que no hayan perdido el espíritu navideño pues ustedes como jóvenes deben fomentarlo para evitar que se extinga, hemos llegado, gracias.
Stear freno, en ese momento un resplandor los cegó y al abrir los ojos que habían cerrado por solo un segundo se dieron cuenta que el anciano no estaba. Se miraron entre si sin decir una palabra debido a la sorpresa. Estaban  en plena ciudad y después de un rato fue que reaccionaron.
--¿Qué ha sucedido?—pregunto Stear confundido.
--¿A dónde se fue el viejo?—pregunto ahora Archie.
--No lo se, no lo se—respondió su primo.
Bajaron del auto revisaron la cajuela y encontraron solamente tres paquetes destinados a cada uno de ellos. Mientras cada quien tomaba el que le correspondía escucharon un sonido de  cascabeles a lo lejos, voltearon hacia el cielo  y alcanzaron a observar como a lo lejos se perdía algo que parecía ser un trineo jalado por renos y en el distinguieron la figura del anciano con su larga barba blanca, pero ahora iba vestido de rojo y pudieron escuchar su alegre risa también. Los chicos no podían dar crédito a lo que veían.
--¿Será posible?—pregunto Stear.
--Yo creo que si—contesto Archie.
--Si definitivamente si. Miren las tarjetas—les dijo Anthony mientras leía
 una de ellas--“Estos son los regalos que siempre han deseado y que hasta ahora pude traerles. ¡Feliz Navidad!”
Abrieron los paquetes y efectivamente a Anthony le había traído semillas de rosas de todas las especies existentes incluidas las más exóticas, a Stear una buena cantidad de herramientas y manuales para seguir con sus inventos y a Archie un abrigo que siempre había querido y algunas otras cosas que la tía nunca le quiso comprar.
--Entonces si recibió nuestras cartas—dijo Archie aun sin poder salir de su asombro.
--Si así fue—dijo Stear también muy sorprendido.
-- Por lo tanto, es posible que… ¡Vamos dense  prisa tengo que saber si nos ha concedido lo que le pedimos hoy!—grito Anthony emocionado.
--Si vamos—contestaron los hermanos Cornwell al subir al auto y arrancar a toda prisa.
Entraron a la mansión justo al sonar las doce en el reloj del gran salón. Ahí estaba la tía abuela Elroy visiblemente preocupada y al verlos entrar se sintió muy aliviada.
--Oh mis niños ¿Donde han estado?—les decía mientras se acercaba para ver si estaban bien.
Los chicos miraban a todos lados pero no encontraron lo que buscaban. Algo tristes y decepcionados contestaron a la anciana.
--Salimos de paseo y se nos hizo tarde—dijo Stear esperando una reprimenda.
--No quisimos preocuparte tía—se disculpo Archie.
--¿Estas enojada?—la miro Anthony con ojitos de inocente.
--No, ¿Como podría enojarme con mis queridos nietos en esta fecha tan especial?, aunque ya no pudimos ir a la fiesta de bienvenida que nos prepararon, no se preocupen mande al mensajero para que avisara que me sentía indispuesta, no iba a permitir que nadie se enterara que mis nietos habían huido de casa.
--Ay tia tu no cambias jeje—comento Archie.
--¡Archie!—dijo la tía al mismo tiempo que lo miraba sorprendida por el comentario.
Todos rieron al ver la cara de Archie al ser reprendido por la tía.
--Bueno ya basta de tonterías, es hora de irse a dormir.
--Si tía ya vamos—respondieron los tres como niños buenos.
Estaban a punto de subir a sus habitaciones cuando alguien llamo a la puerta, los chicos se quedaron expectantes parados en medio de las escaleras. El mayordomo anuncio al recién llegado.
--Señora Elroy, ha llegado el señor Brown.
--¡¡¡Papá!!!—grito Anthony emocionado al momento que bajaba corriendo las escaleras para abrazar a su querido padre.
--¡Anthony, hijo, quise venir a desearte feliz Navidad!
--Sabía que vendrías, que bueno que estas aquí.
--Si, que gusto que haya podido venir—dijo la tía abuela acercándose para saludarlo.
--¿Y ustedes no me saludan chicos?
--Claro que si tío, feliz navidad—se acercaron para darle un abrazo.
En eso estaban cuando se escucho nuevamente la puerta, el mayordomo abrió y no hizo falta anuncios, eran los Cornwell.
--¡Mira Archie, son papá y mamá!
--Si... Si, son ellos—dijo Archie conmovido.
--¡Stear, Archie!—exclamo su madre al momento de abrazarlos.
--No saben como los extrañamos—les dijo su padre.
--Y nosotros a ustedes—dijeron los dos chicos.
Los chicos Cornwell abrazaron a sus padres con lagrimas de felicidad en sus rostros hacia tanto que no se veían. Luego los recién llegados saludaron a los demás y se desearon feliz navidad unos a otros.
--Definitivamente esta navidad hemos recibido el mejor de los regalos—dijo Anthony.
--Totalmente de acuerdo—comento Stear.
--Si,el mejor—subrayo Archie.
De pronto se escucharon cascabeles y todos se asomaron a la ventana para ver partir a un anciano de barba blanca en un trineo jalado por renos que reía muy feliz de ver a esa familia al fin reunida:

¡¡¡JO, JO,JO, FELIZ NAVIDAD!!!!


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