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Fic Luces 16



16. Destellos de año nuevo.
 
Cuando por fin la celebración cedió a la tranquilidad, Candy buscó a Anthony, había quedado en hablar con él desde hacía varios días y ahora la casa parecía repleta, sin embargo no lo veía desde hacía horas. 
-          Esta en el jardín – le informó Archie, quien era la cuarta persona a la que preguntaba. 
Un ligero “gracias” salió de su boca y fue a buscarlo al jardín. En efecto así era Anthony estaba parado en medio de la niebla, el frío en el jardín se estaba haciendo notar. El invierno estaba cerca, y las noches habían dejado atrás el tibio roce de la brisa.  
-          Anthony – musitó Candy cuando estuvo cerca del muchacho.  
Los ojos del muchacho al verla resplandecieron, más el resto de su cara seguía con una expresión adusta. 
-          ¿Qué haces aquí? – preguntó Anthony – todos están adentro.
-          La única persona con la que me importa estar. Esta parada en medio del jardín – dijo Candy.
-          ¿Por qué dices eso? – preguntó el chico.
-          Anthony, no sé que fue lo que viste en la habitación del Hospital… pero no quiero que pienses mal – dijo Candy.
-          Candy… no tienes que explicarme nada, yo entiendo, siempre lo supe, tú me lo dijiste cuando estábamos en Lakewood, tú estas enamorada de tu príncipe… Se que es él Candy, lo sé desde hace mucho tiempo – dijo con una voz un tanto quebrada.
-          Anthony, no lo comprendes… - exclamó Candy mientras apretaba las manos.
-          Candy, yo no puedo recriminarte nada… y tampoco a él. Me salvó la vida, le debo mi vida, si él no se hubiera arrojado para quitarme del camino ahora estaría muerto. Comprendo porque lo quieres, yo no puedo odiarlo aunque quisiera.
-          No Anthony, estás mal – dijo Candy.
-          ¿Quieres decir que no quieres a Albert? – preguntó duramente Anthony.
-          Claro que lo quiero – espetó Candy, mientras que los ojos de Anthony quedaban velados por el sufrimiento de esas palabras – pero no de la manera en que tú crees. Tú dices que te salvo la vida… pues a mi también, es un hombre generoso y bueno, me adoptó cuando podría no haberlo hecho, cambió mi vida… me ha permitido estar contigo y con los demás, no podría no amarlo por ello.  
Mientras más hablaba Candy, Anthony se iba sintiendo más derrotado.  
-          Siempre estuvo allí cuando lo necesite, no tienes idea de cuanto le debo, pero no puedo sentir más por él. Él y yo nos tenemos tanto agradecimiento mutuo y nos queremos tanto, formamos un lazo que no se puede romper, pero ese lazo no puede ser más allá de amor fraternal.  
Cuando dijo eso Candy lo comprendió mejor, ella había dejado ya de amar a Albert como un hombre, había vivido con él, había compartido sus tristezas y alegrías, y le había dolido mucho que él se hubiera decidido por otra mujer. Ahora lo comprendía bien. Quizá no hubiera sido buena idea casarse después de todo, ella lo habría amado toda su vida, pero no como él quería, y ahora estaba consciente de que Albert merecía a alguien que lo amara, de la manera en como ella amaba a Anthony. 
-          Pero él es tu príncipe. – dijo Anthony.
-          No puedo negar que lo sea, pero yo también lo sabía, desde hace mucho tiempo – dijo Candy – sin embargo, ya no es tiempo de soñar con cuentos ni historias de hadas, me hice la promesa de que esta vez haría lo correcto, no puedo ser para siempre una niña que vive de ilusiones. Quiero ser una mujer que vive de la realidad, y de lo que la vida me ofrece. Quiero una ilusión que no sea más una ilusión, sino una verdadera promesa.
Anthony la miraba, el vestido verde que tenía puesto Candy hacía resaltar el color de sus ojos y estos brillaban más que nunca. 
-          Anthony al único que he amado con esta intensidad y con esta fuerza, que me hizo tenerte siempre en mi corazón fuiste tú – dijo ya con lágrimas en los ojos – Se que si tú no estuvieras aquí, yo no habría podido ser feliz, y habría hecho que la sonrisa en la cara de quienes me rodean en este momento desaparecieran. Hubiera sido un punto de resquebrajamiento en la familia Andley…
-          Eso no puedes saberlo – observó el joven de ojos azules.
-          Créeme Anthony, lo sé… y yo no hubiera podido ser feliz…
-          Candy – dijo acercándose a ella.
-          Te amo Anthony, nunca podré amar a nadie de la manera en como te amo… - le dijo Candy. 
Anthony estuvo tan cerca de ella, y no atinó a decir palabra, solo la tomó en sus brazos y la besó apasionadamente. Todas esas imágenes que había producido su cabeza desde ese día en el Hospital estaban borradas. Ahora tenía en sus brazos a la mujer que amaba y quien lo amaba con la misma intensidad.  
El tiempo pasó rápidamente, y la navidad transcurrió en total felicidad, Candy y Anthony estaban comprometidos, Albert había conseguido permiso por parte de la tía Elroy, quien no había dudado en darlo, Candy había hecho mucho por la familia, o al menos eso era lo que ella no dejaba de clamar. 
Los preparativos para la boda de Stear y Patty estaban muy adelantados, y Annie y Archie parecían entenderse mejor que nunca. La única que parecía disgustada era Elisa, Terry parecía haber superado la marca que Candy había dejado en él. Por medio de Elisa sabía que ahora  Terry no estaba comprometido con nadie, sin embargo no podía estar con ella, había estado saliendo con Susana, pero no habían formalizado nada, él sentía que todavía estaba muy joven para casarse y que quizá algún día encontraría a alguien que tuviera los ojos tan verdes como esa chica que con una simple carta había cambiado su manera de pensar. La recordaba cada vez que en vez de fumar tocaba la armónica… “¿Cómo pudo saber que yo fumaba?” no dejaba de preguntarse junto con otra docena de preguntas que le venían a la mente cada vez que pensaba en ella.  “Esa chica es algo… es impresionante, para ser tan bajita” decía bromeando cada vez que alguien le preguntaba donde estaba su corazón. 
Por su parte Albert, no parecía dolido, aunque por dentro lo estaba, amaba a Candy mucho, pero también sabía que algo entre ellos jamás podría suceder. Ella amaba demasiado a su sobrino y las diferencias sociales con las que habían nacido no era tan fácil eliminarlas… y como si en ese momento hubiera leído la mente de Terry repetía para si… “Algún día encontrare a otra chica en cuya mirada me pierda y quien me amará con la locura que ella tiene para amar…” cada vez que se sentía triste pensaba en eso e inmediatamente una enorme sonrisa iluminaba su cara. 
Llegó finalmente el año nuevo, todos estaban esperanzados por el año nuevo que empezaría. Todos esperaban que pronto terminará la guerra, y aunque Candy sabía que faltaban algunos años, pero no quería estropear la diversión de todos. Además ella se sentía tan feliz de estar con todos ellos que no pensaba hacerlo. 
Esa noche Candy estuvo despierta hasta muy tarde, Albert les había preparado un espectáculo de fuegos artificiales. El cual todos disfrutaron. Candy se había divertido mucho. Antes de dormirse había rezado a Dios dándole las gracias. Después quedo profundamente dormida.
 
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         Cuando Candy despertó, sintió que algo había cambiado, se levantó y vio el fino vestido verde oscuro que había comprado hacía tanto tiempo, o quizá no, la cornisa de la ventana había acumulado tanta nieve que cubría la mitad de la ventana. 
-          Nooooo – chilló Candy  
Era su departamento, Candy alcanzó a ver la invitación de la gala de la noche anterior tirada al lado de su cama. Vio el diario en el que había escrito antes de dormirse.
-          Todo ha sido un sueño – dijo Candy mientras sollozaba.  
Se levantó de la cama y salió de la habitación, todo parecía en su lugar, y aunque todo estaba muy frío Candy se sentía tan desolada que no se había percatado de ello. Con tristeza regresó a la cama y se puso a llorar amargamente. Todo había sido producto de su imaginación, pero todo había sido tan real, no podía ser posible que hubiera sido solo un sueño. 
Ahora volvía a estar sola, y esa soledad le pesaba tanto, sentía un gran dolor que invadía su corazón, ansiaba más que nunca estar cerca de Anthony, tocar sus manos y saber que estaba con ella.  
Tenía varios minutos llorando cuando escuchó ruido en la sala, se sentía muy mal, sin embargo el ruido era de unas llaves que estaban abriendo la cerradura, Candy se limpió la cara con la manga del pijama, se calzó con las pantuflas que descansaban bajo la cama. Con un poco de temor se acercó a la sala, buscó con la vista y tomó un candelabro de plata que estaba sobre una de las mesitas, ya que lo tenía en las manos, lo miró de nuevo, ella no recordaba haber comprado algo tan elegante, sin embargo en ese momento vio que se abría la puerta.  
Candy no se movió se quedó parada levantando el candelabro lista para atacar a quien fuera. Pero en cuanto vio a la persona que acababa de entrar soltó el candelabro que hizo un sonido estridente cuando pegó contra el suelo. 
-          ¿Qué estabas haciendo? No deberías estar aquí con el frío que estaba haciendo, ¿acaso pensabas pegarme con eso en la cabeza? 
Candy se quedó paralizada, su cara no podía dejar de mostrar asombro, su corazón latió con fuerza. 
-          Candy, ¿estás bien?
-          Anthony – musitó Candy quien no podía dejar de temblar
-          Ven aquí, estas temblando, no debías haber salido de la recamara – le dijo suavemente, al tiempo que dejaba unos paquetes sobre la mesa. 
Candy no podía pensar con claridad, ¿cómo había llegado allí? ¿Estaba realmente Anthony abrazándola? ¿Era Anthony realmente? Si ella lo podía decir, aunque  Su cabeza estaba dando vueltas. Anthony la miró fijamente y se dio cuenta de que había estado llorando. 
-          Pero Candy, ¿estuviste llorando? – preguntó Anthony.
-          Yo, estaba…. – balbuceó Candy
-          Mi amor… ayer tomaste mucho, creo que te afecto más de lo que creías que iba a hacer – le dijo, al tiempo que la tomaba en brazos y entraba a la recamara. 
Candy se sintió un poco azorada, Anthony la depositó sobre la cama, y acomodó uno de sus brazos para quedar levantado sobre ella, se acercó a ella y la besó tiernamente. Luego se levantó rápidamente. 
-          Bien amor, ¿Qué quieres desayunar? ¿Qué te preparo? – le preguntó mientras Candy lo miraba con los ojos muy abiertos.
-          ¿desayunar? – preguntó Candy
-          No quieres desayunar… ¿no te sientes bien? – inquirió un poco más preocupado – En la próxima fiesta no voy a dejar que mi linda esposa tome tanto. 
Y se acercó a Candy y la volvió a besar. 
-          Bueno voy a preparar unos hot cakes, en seguida te los traigo – dijo saliendo de la habitación. 
“¿Esposa?, ¿Había dicho esposa?” pensó Candy muy confundida. 
         Entonces hizo algo que no había hecho se miró la mano detenidamente, en su dedo anular brillaban dos anillos uno de compromiso y una argolla de matrimonio. Como si en ese momento lo recordará todo, mil imágenes llegaron a su mente, recordaba perfectamente la boda, se había casado hacía una semana, se había casado el día antes de Navidad, la boda había sido bellísima ahora lo recordaba todo, volteó a la cama y recordó las noches que ya había pasado junto a Anthony y no pudo evitar sonrojarse. 
         “Si perderme estas fechas, por muy importantes que sean es todo lo que tengo que pagar para que Anthony este vivo, es lo menos que puedo dar” pensó Candy con una linda sonrisa en la boca. 
         Candy tomó su bata y se la puso sobre el pijama, salió de la habitación y vio a Anthony que batía los huevos, desde allí le pareció el hombre más bello del mundo, Anthony la vio de reojo y le ofreció una sonrisa. 
-          ¿Así que no quieres quedarte en la cama? – le dijo en tono juguetón – cuando llegamos anoche me dijiste que te quedarías en la cama toda la semana
-          No me apetece cuando la cama está sola – dijo tentadoramente.
-          Pilluela – le dijo cariñosamente - no me tientes o te tendré cautiva durante toda la semana, ni siquiera voy a dejarte salir para comer.
-          ¿Ni siquiera para comer? – preguntó un poco asustada Candy.
-          ¡Ah! mi pequeña glotona, no sobrevivirías – dijo al tiempo que comenzaba a reír. – ven ayúdame y más pronto volveremos a la cama. 
Candy sonrió y se acercó  a él. Candy supo en ese momento que nunca más volvería a estar sola, tendría que agradecer a esa estrella deslumbrante por esa segunda oportunidad para poder ser feliz, ya no sabía que pasaría de allí en adelante, ya no era conocedora de un futuro, lo único que sabía es que estaba casada con el hombre que amaba y sabía que lo que el futuro trajera sería mejor de lo que esperaba.
 
FIN

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